La foto, alzando el trofeo con sus dos manos (pesa más de diez kilos, no olvidemos), la medalla dorada en el pecho y la casaca 11 impregnada en la piel (la 10 la tenía el Equi González, que casi ni jugó por lesión), es una de las pocas imágenes que decoran el living de su casa. Esa, y otra vestido con kimono a la vuelta de Japón, tras el título por penales ante el Milan, son sus favoritas.