juanromanriquelme.com
CURIOSIDADES
11/09/2025 La increíble noche en que Martín Palermo volvió de su lesión y marcó un gol histórico en la Bombonera
El fútbol tiene momentos que trascienden el tiempo y se convierten en leyenda. Para los hinchas de Boca Juniors, uno de esos instantes ocurrió el 24 de mayo del año 2000, en una noche de Copa Libertadores que aún hoy sigue erizando la piel de quienes estuvieron presentes en la Bombonera.
Ese día, Martín Palermo, el goleador más querido por el pueblo xeneize, volvió a jugar después de una durísima lesión. Lo que nadie esperaba es que su regreso quedara escrito como una de las páginas más emocionantes en la historia del club.
El contexto: una lesión que podía cambiarlo todo
En noviembre de 1999, Boca visitaba a Colón en Santa Fe por el Torneo Apertura. Durante el partido, Palermo sufrió una ruptura de ligamentos cruzados de la rodilla derecha. La lesión era gravísima: los médicos anticipaban al menos seis meses de recuperación, y en muchos casos ese tipo de lesión marcaba el final de la temporada para cualquier jugador.
El “Titán” era, en ese momento, el símbolo de gol del equipo de Carlos Bianchi. Había sido figura en los títulos locales de 1998 y 1999 y era el máximo referente ofensivo de Boca. Su ausencia dejaba un vacío difícil de llenar, pero el equipo supo sobreponerse y llegó a los cuartos de final de la Copa Libertadores 2000 con chances concretas de pelear el título.
Boca – River en la Copa Libertadores: una serie histórica
El destino quiso que en los cuartos de final Boca y River se enfrentaran por la Copa, en un cruce que paralizó al país. La ida se jugó en el estadio Monumental el 17 de mayo de 2000 y el equipo de Bianchi dio un golpe inolvidable: victoria 3-0 como visitante, con goles de Palermo, perdón, de Riquelme (de penal), el “Chelo” Delgado y Guillermo Barros Schelotto.
Ese resultado dejó la serie casi sentenciada, pero aún faltaba la revancha en la Bombonera. River necesitaba un milagro; Boca, confirmar su superioridad. Y fue en ese contexto que Carlos Bianchi, con la calma y visión que lo caracterizan, tomó una decisión inesperada: convocar a Martín Palermo, apenas seis meses después de su operación.
El regreso más esperado
La Bombonera estaba repleta. Más de 50 mil almas vestidas de azul y oro alentaban a un equipo que ya tenía pie y medio en semifinales. El partido fue intenso, River buscó descontar, pero Boca volvió a imponerse. A los 75 minutos, con la serie prácticamente definida, Bianchi miró al banco y llamó a Palermo.
Cuando el número 9 se paró para entrar, la gente explotó en un grito ensordecedor. No importaba cuánto pudiera jugar, ni si estaba en condiciones físicas plenas. Lo que importaba era volver a verlo en la cancha, después de tanto sufrimiento.
Palermo ingresó en lugar de Alfredo Moreno. La hinchada no paraba de cantar su nombre. Y entonces, ocurrió lo impensado.
Un gol para la eternidad
Corría el minuto 82 cuando Sebastián Battaglia, con una de sus clásicas corridas, tiró un centro al área. Palermo se acomodó, recibió y sacó un derechazo cruzado, fuerte, imposible para el arquero Franco Costanzo (quien había reemplazado a Bonano). La pelota entró y la Bombonera se vino abajo.
Gol de Palermo. Gol de Boca. Gol de película.
Palermo, con la rodilla vendada, corrió como pudo, con lágrimas en los ojos, para abrazarse a sus compañeros. En las tribunas, miles de hinchas lloraban de emoción. Era el regreso soñado, el guion que ni el mejor escritor podría haber imaginado: volver de una rotura de ligamentos y marcar un gol en un Superclásico de Copa Libertadores.
La voz de los protagonistas
Después del partido, Carlos Bianchi confesó: “Lo puse porque sabía que la gente lo necesitaba. Palermo es un símbolo de este equipo, y aunque no estuviera al 100%, su presencia valía más que cualquier otra cosa”.
Por su parte, el propio Palermo declaró: “Fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera. Estaba muerto de miedo, pero cuando entré y escuché el grito de la gente, sentí que nada podía salir mal”.
El legado de esa noche
Aquel gol no fue uno más. Representó el espíritu de Boca Juniors: la garra, la fe, la resiliencia. Fue la demostración de que en la Bombonera todo es posible, incluso lo que parece imposible.
Ese mismo año, Boca terminaría coronándose campeón de la Copa Libertadores 2000 tras vencer a Palmeiras en la final. Y meses después, levantaría la Copa Intercontinental en Japón ante el Real Madrid. Pero para muchos hinchas, el verdadero inicio de esa epopeya fue el gol de Palermo ante River, en la noche de su regreso.
La historia de Martín Palermo y su regreso en la Libertadores 2000 es mucho más que una anécdota deportiva. Es un ejemplo de superación, de amor propio y de cómo un jugador puede convertirse en leyenda cuando combina talento con coraje.
Cada vez que un hincha de Boca recuerda esa noche, revive el mismo escalofrío. Porque lo de Palermo no fue solo un gol: fue la confirmación de que Boca Juniors es un club distinto, capaz de transformar el dolor en gloria y la adversidad en eternidad.
En noviembre de 1999, Boca visitaba a Colón en Santa Fe por el Torneo Apertura. Durante el partido, Palermo sufrió una ruptura de ligamentos cruzados de la rodilla derecha. La lesión era gravísima: los médicos anticipaban al menos seis meses de recuperación, y en muchos casos ese tipo de lesión marcaba el final de la temporada para cualquier jugador.
El “Titán” era, en ese momento, el símbolo de gol del equipo de Carlos Bianchi. Había sido figura en los títulos locales de 1998 y 1999 y era el máximo referente ofensivo de Boca. Su ausencia dejaba un vacío difícil de llenar, pero el equipo supo sobreponerse y llegó a los cuartos de final de la Copa Libertadores 2000 con chances concretas de pelear el título.
Boca – River en la Copa Libertadores: una serie histórica
El destino quiso que en los cuartos de final Boca y River se enfrentaran por la Copa, en un cruce que paralizó al país. La ida se jugó en el estadio Monumental el 17 de mayo de 2000 y el equipo de Bianchi dio un golpe inolvidable: victoria 3-0 como visitante, con goles de Palermo, perdón, de Riquelme (de penal), el “Chelo” Delgado y Guillermo Barros Schelotto.
Ese resultado dejó la serie casi sentenciada, pero aún faltaba la revancha en la Bombonera. River necesitaba un milagro; Boca, confirmar su superioridad. Y fue en ese contexto que Carlos Bianchi, con la calma y visión que lo caracterizan, tomó una decisión inesperada: convocar a Martín Palermo, apenas seis meses después de su operación.
El regreso más esperado
La Bombonera estaba repleta. Más de 50 mil almas vestidas de azul y oro alentaban a un equipo que ya tenía pie y medio en semifinales. El partido fue intenso, River buscó descontar, pero Boca volvió a imponerse. A los 75 minutos, con la serie prácticamente definida, Bianchi miró al banco y llamó a Palermo.
Cuando el número 9 se paró para entrar, la gente explotó en un grito ensordecedor. No importaba cuánto pudiera jugar, ni si estaba en condiciones físicas plenas. Lo que importaba era volver a verlo en la cancha, después de tanto sufrimiento.
Palermo ingresó en lugar de Alfredo Moreno. La hinchada no paraba de cantar su nombre. Y entonces, ocurrió lo impensado.
Un gol para la eternidad
Corría el minuto 82 cuando Sebastián Battaglia, con una de sus clásicas corridas, tiró un centro al área. Palermo se acomodó, recibió y sacó un derechazo cruzado, fuerte, imposible para el arquero Franco Costanzo (quien había reemplazado a Bonano). La pelota entró y la Bombonera se vino abajo.
Gol de Palermo. Gol de Boca. Gol de película.
Palermo, con la rodilla vendada, corrió como pudo, con lágrimas en los ojos, para abrazarse a sus compañeros. En las tribunas, miles de hinchas lloraban de emoción. Era el regreso soñado, el guion que ni el mejor escritor podría haber imaginado: volver de una rotura de ligamentos y marcar un gol en un Superclásico de Copa Libertadores.
La voz de los protagonistas
Después del partido, Carlos Bianchi confesó: “Lo puse porque sabía que la gente lo necesitaba. Palermo es un símbolo de este equipo, y aunque no estuviera al 100%, su presencia valía más que cualquier otra cosa”.
Por su parte, el propio Palermo declaró: “Fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera. Estaba muerto de miedo, pero cuando entré y escuché el grito de la gente, sentí que nada podía salir mal”.
El legado de esa noche
Aquel gol no fue uno más. Representó el espíritu de Boca Juniors: la garra, la fe, la resiliencia. Fue la demostración de que en la Bombonera todo es posible, incluso lo que parece imposible.
Ese mismo año, Boca terminaría coronándose campeón de la Copa Libertadores 2000 tras vencer a Palmeiras en la final. Y meses después, levantaría la Copa Intercontinental en Japón ante el Real Madrid. Pero para muchos hinchas, el verdadero inicio de esa epopeya fue el gol de Palermo ante River, en la noche de su regreso.
La historia de Martín Palermo y su regreso en la Libertadores 2000 es mucho más que una anécdota deportiva. Es un ejemplo de superación, de amor propio y de cómo un jugador puede convertirse en leyenda cuando combina talento con coraje.
Cada vez que un hincha de Boca recuerda esa noche, revive el mismo escalofrío. Porque lo de Palermo no fue solo un gol: fue la confirmación de que Boca Juniors es un club distinto, capaz de transformar el dolor en gloria y la adversidad en eternidad.
MÁS NOTICIAS DE CURIOSIDADES


