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CENTURION

Las gambetas de Centurión y el gol de Benedetto
Lo poco de Boca ante un rival con el sello de Sampaoli
El conjunto xeneize recibió un premio excesivo para una noche incómoda, con muy poco brillo; se encontró con un planteo inteligente del Halcón
En estos tiempos donde soplan aires de cambio en la selección argentina y el viento más fuerte llega desde Sevilla, nada más interesante que echar un vistazo al movimiento de Defensa y Justicia . Básicamente porque lo monitorea Sebastián Beccacece, discípulo directo de Jorge Sampaoli, el hombre que está en Andalucía y atrapa todos los focos.
Es verdad: no existe parangón alguno entre quienes corren sobre el césped de la Bombonera vestidos de amarillo y aquellos que podrían hacerlo de celeste y blanco dentro de cinco meses en el Centenario frente a Uruguay, pero cuesta resistir la tentación. Sobre todo cuando a medida que pasan los minutos se comienza a apreciar una serie de virtudes que un día encumbraron al seleccionado chileno y anoche le complicaron mucho la vida a un Boca que esperaba vivir una tranquila velada sabatina.
Sin nombres rimbombantes en sus filas, el Halcón demostró que es posible achicar las teóricas distancias si existen un plan y la convicción firme de llevarlo a cabo. Se podrá decir que Centurión y Benedetto estuvieron a punto de desarmarlo en los primeros tres minutos, cuando ni siquiera se habían acomodado en el campo. Pero no ocurrió, y Defensa pudo poner en práctica un dibujo que se podría trasladar a cualquier conjunto que trabajara de un modo semejante y con el que desarmó a Boca gracias a un par de virtudes por encima de las demás: orden y versatilidad para acomodar el movimiento del equipo a lo que pedía cada momento del partido.
Sin la pelota, Defensa tuvo una retaguardia de tres, cuatro o cinco hombres según la circunstancias; apretó bien arriba, en el medio o se agrupó atrás en función del movimiento de la pelota y la situación del adversario, pero siempre en bloque, en un auténtico concierto de reducción de espacios; anticipó siempre que vio la posibilidad, y todos sus hombres brindaron ayudas permanentes para que nadie tuviera que enfrentarse mano a mano con jugadores más hábiles y de mayor jerarquía. Cuando tuvo el balón, lo movió con criterio, velocidad y continuos cambios de frente que le dieron un alto porcentaje de posesión, y en consecuencia, menos problemas en su arco.
Le faltó al visitante potencia ofensiva, pero para tenerla es necesaria una calidad individual que ningún director técnico puede aportar.
Y mientras tanto, ¿Boca? Nunca logró entender cómo había que jugar el partido. Perdió el medio de la cancha a los diez minutos y no supo recuperarlo. Ni Rodrigo Bentancur ni los dos Pérez entendieron que para enfrentarse con un ejército de moscardones atrevidos había que jugar a uno o dos toques en lugar de realizar largos traslados. Tampoco tuvieron ayuda por los laterales (fue muy flojo lo de Gino Peruzzi, Jonathan Silva y Cristian Pavón en el ataque) y fueron sumando imprecisiones, pérdidas continuas y un fastidio que empezaba sobre el césped y trepaba a las tribunas.
Al puntero del torneo acabaron salvándolo la gambeta de Ricardo Centurión y la insistencia de Darío Benedetto, que buscó por arriba, abajo, derecha e izquierda hasta que después de dos remates en los palos encontró el premio del gol. Premio excesivo para una noche incómoda, con muy poco brillo por 'culpa' de un planteo tan valiente como inteligente de Sebastián Beccacece. Sí, el discípulo número uno de Sampaoli. Justo en estos días...
Es verdad: no existe parangón alguno entre quienes corren sobre el césped de la Bombonera vestidos de amarillo y aquellos que podrían hacerlo de celeste y blanco dentro de cinco meses en el Centenario frente a Uruguay, pero cuesta resistir la tentación. Sobre todo cuando a medida que pasan los minutos se comienza a apreciar una serie de virtudes que un día encumbraron al seleccionado chileno y anoche le complicaron mucho la vida a un Boca que esperaba vivir una tranquila velada sabatina.
Sin nombres rimbombantes en sus filas, el Halcón demostró que es posible achicar las teóricas distancias si existen un plan y la convicción firme de llevarlo a cabo. Se podrá decir que Centurión y Benedetto estuvieron a punto de desarmarlo en los primeros tres minutos, cuando ni siquiera se habían acomodado en el campo. Pero no ocurrió, y Defensa pudo poner en práctica un dibujo que se podría trasladar a cualquier conjunto que trabajara de un modo semejante y con el que desarmó a Boca gracias a un par de virtudes por encima de las demás: orden y versatilidad para acomodar el movimiento del equipo a lo que pedía cada momento del partido.
Sin la pelota, Defensa tuvo una retaguardia de tres, cuatro o cinco hombres según la circunstancias; apretó bien arriba, en el medio o se agrupó atrás en función del movimiento de la pelota y la situación del adversario, pero siempre en bloque, en un auténtico concierto de reducción de espacios; anticipó siempre que vio la posibilidad, y todos sus hombres brindaron ayudas permanentes para que nadie tuviera que enfrentarse mano a mano con jugadores más hábiles y de mayor jerarquía. Cuando tuvo el balón, lo movió con criterio, velocidad y continuos cambios de frente que le dieron un alto porcentaje de posesión, y en consecuencia, menos problemas en su arco.
Le faltó al visitante potencia ofensiva, pero para tenerla es necesaria una calidad individual que ningún director técnico puede aportar.
Y mientras tanto, ¿Boca? Nunca logró entender cómo había que jugar el partido. Perdió el medio de la cancha a los diez minutos y no supo recuperarlo. Ni Rodrigo Bentancur ni los dos Pérez entendieron que para enfrentarse con un ejército de moscardones atrevidos había que jugar a uno o dos toques en lugar de realizar largos traslados. Tampoco tuvieron ayuda por los laterales (fue muy flojo lo de Gino Peruzzi, Jonathan Silva y Cristian Pavón en el ataque) y fueron sumando imprecisiones, pérdidas continuas y un fastidio que empezaba sobre el césped y trepaba a las tribunas.
Al puntero del torneo acabaron salvándolo la gambeta de Ricardo Centurión y la insistencia de Darío Benedetto, que buscó por arriba, abajo, derecha e izquierda hasta que después de dos remates en los palos encontró el premio del gol. Premio excesivo para una noche incómoda, con muy poco brillo por 'culpa' de un planteo tan valiente como inteligente de Sebastián Beccacece. Sí, el discípulo número uno de Sampaoli. Justo en estos días...
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