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BOCA JUNIORS

2015 fue un año de transición
Argentina dejó la esperanza latente para 2016 luego de ganarle a Colombia en su casa.
El fútbol no es precisamente una disciplina en la que los errores son utilizados para una mejora continua.
Aquí los fallos y las frustraciones se pagan con rupturas de contratos o, en el peor de los casos, agravios populares. Si hablamos de la Selección Nacional estos extremos se exacerban hasta lo inimaginable, en análisis que sólo son posibles dentro de este ambiente.
Con estas aclaraciones, realizadas para algunos de manera innecesaria, hay que decir que el 2015 fue para nuestro equipo nacional de más dudas que certezas. La imposibilidad de volver a gritar campeón, de cualquier cosa por más que sea, el opaco inicio de las Eliminatorias hacia Rusia 2018 hicieron que hasta el cargo del “Tata” Martino haya sido puesto en duda.
Concretamente, luego de la pérdida de la final en Brasil 2014, las expectativas eran superlativas. Porque más allá del dolor por esa chance irrepetible, la posibilidad de contar prácticamente con el mismo recurso humano, con la experiencia y solvencia que debía impregnar aquella aventura del Maracaná, suponía completar todos los atributos necesarios. A la técnica y naturalidad de movimientos de estos jugadores, instalados todos en el pedestal del planeta futbolero, se le agregó esa cicatriz que muchas veces necesitan los ganadores para no detenerse ante ningún oponente.
Si a ello le sumamos la contratación de un entrenador que no tiene contra en nuestro país, cartón lleno. De cualquier manera el “Tata” nunca pudo expresar aquello que prometió el 14 de agosto de 2014, cuando asumió formalmente en el cargo: “sería un placer que el equipo juegue como lo hacía Newell's Old Boys'. A partir de allí intentó construir lo que él mismo llamó 'la idea'.
UNA COPA AMARGA
El subcampeonato en la Copa América de Chile, tras perder por penales la final contra el local, puso prematuramente en discusión la gestión del técnico. Algunos pusieron el grito en el cielo por otra caída final, otros, los más cerebrales, la apatía expresada en el nivel de juego ante el equipo de Sampaoli, casi un dejá vu de aquella final ante Alemania.
El torneo ofreció algunas sonrisas, pero nada fuera de lo esperado. Al fin y al cabo por presencia, jerarquía y potencial Argentina no tenía otra opción que llegar a ese partido del 4 de julio. El camino fue ambiguo. Un 2 a 2 inicial ante Paraguay, en lo más parecido a la “Biblia y el calefón” separados sólo por un entretiempo. Un éxito mínimo ante Uruguay, conseguido luego de afrontar todas las peripecias del típico clásico rioplatense. Mismo resultado ante Jamaica, encuentro “sin comparaciones” (como diríamos en el “campito”), pero que sirvió para alimentar la incógnita sobre el proceso. La segunda ronda fue una especia de montaña rusa. Un 0 a 0 con Colombia en cuartos, luego de un buen rendimiento sin la indispensable cuota de contundencia, definido en los penales gracias a Romero y la eficacia en los remates. El summum fue Paraguay, en semis. Una goleada 6 a 1 para no dejar dudas y, fundamentalmente, para evidenciar que el equipo vivía aún detrás de ese manto de sospechas. La final, lo dicho. Un elenco anodino, superado por la verborragia e intensidad puestas al servicio de un equipo, con un plantel chileno consciente que estaba en “su” momento. Faltó lucidez, faltó fútbol y, nuevamente, faltó decisión a la hora del disparo final. En los penales esta vez no hubo “Chiquito” heroico.
DEL FASTIDIO A LA ESPERANZA
La Eliminatoria Sudamericana, en este caso en la primera etapa disputada en el 2015 que pasó, nos entregó versiones antagónicas. Fueron un puñado de presentaciones, intensas, excitantes y sin un patrón de conducta que nos permita, al fin y al cabo, encasillar al equipo de Martino. Sí nos entregaron algunas conclusiones que podemos tener a mano cada vez que nos atrevamos a hablar sin el “diario del lunes”.
Una de esas afirmaciones es que sin Messi, Argentina no es lo mismo. La inédita derrota frente a Ecuador en el Monumental por 2 a 0, en la primera fecha, nos trajo los recuerdos más oscuros. Y el inmediato empate sin goles en Asunción ante el Paraguay de Ramón Díaz no ayudó en absoluto, sino que por el contrario alimentó los pedidos de dimisión del entrenador.
Así y todo, con todas las bajas que se puedan imaginar, el equipo mostró su espíritu y dejó una esperanza latente. Sin Messi, Agüero, Garay, Zabaleta y Tevez, Argentina empató con Brasil dejando una mejor imagen. Y después fue a cumplir un ritual, una situación similar a la de 4 años atrás, cuando el proyecto de Sabella no tenía piso firme donde apoyarse. En Barranquilla, ante la difícil Selección Colombia, con el mismísimo José Pekerman enfrente, una Selección Nacional erguida se quedó con los 3 puntos y nos obligó a firmar otro cheque en blanco.
2016 tendrá muchos desafíos. La necesidad de conseguir un título se convertirá en desesperación, algo que no puede obnubilar al plantel ni a Martino. Aunque seguramente en su fuero interno lo que más desvela al “Tata” es cumplir con aquel deseo que expuso a consideración del futbolero autóctono el día que asumió: 'que el seleccionado argentino juegue como Newell's'.
Con estas aclaraciones, realizadas para algunos de manera innecesaria, hay que decir que el 2015 fue para nuestro equipo nacional de más dudas que certezas. La imposibilidad de volver a gritar campeón, de cualquier cosa por más que sea, el opaco inicio de las Eliminatorias hacia Rusia 2018 hicieron que hasta el cargo del “Tata” Martino haya sido puesto en duda.
Concretamente, luego de la pérdida de la final en Brasil 2014, las expectativas eran superlativas. Porque más allá del dolor por esa chance irrepetible, la posibilidad de contar prácticamente con el mismo recurso humano, con la experiencia y solvencia que debía impregnar aquella aventura del Maracaná, suponía completar todos los atributos necesarios. A la técnica y naturalidad de movimientos de estos jugadores, instalados todos en el pedestal del planeta futbolero, se le agregó esa cicatriz que muchas veces necesitan los ganadores para no detenerse ante ningún oponente.
Si a ello le sumamos la contratación de un entrenador que no tiene contra en nuestro país, cartón lleno. De cualquier manera el “Tata” nunca pudo expresar aquello que prometió el 14 de agosto de 2014, cuando asumió formalmente en el cargo: “sería un placer que el equipo juegue como lo hacía Newell's Old Boys'. A partir de allí intentó construir lo que él mismo llamó 'la idea'.
UNA COPA AMARGA
El subcampeonato en la Copa América de Chile, tras perder por penales la final contra el local, puso prematuramente en discusión la gestión del técnico. Algunos pusieron el grito en el cielo por otra caída final, otros, los más cerebrales, la apatía expresada en el nivel de juego ante el equipo de Sampaoli, casi un dejá vu de aquella final ante Alemania.
El torneo ofreció algunas sonrisas, pero nada fuera de lo esperado. Al fin y al cabo por presencia, jerarquía y potencial Argentina no tenía otra opción que llegar a ese partido del 4 de julio. El camino fue ambiguo. Un 2 a 2 inicial ante Paraguay, en lo más parecido a la “Biblia y el calefón” separados sólo por un entretiempo. Un éxito mínimo ante Uruguay, conseguido luego de afrontar todas las peripecias del típico clásico rioplatense. Mismo resultado ante Jamaica, encuentro “sin comparaciones” (como diríamos en el “campito”), pero que sirvió para alimentar la incógnita sobre el proceso. La segunda ronda fue una especia de montaña rusa. Un 0 a 0 con Colombia en cuartos, luego de un buen rendimiento sin la indispensable cuota de contundencia, definido en los penales gracias a Romero y la eficacia en los remates. El summum fue Paraguay, en semis. Una goleada 6 a 1 para no dejar dudas y, fundamentalmente, para evidenciar que el equipo vivía aún detrás de ese manto de sospechas. La final, lo dicho. Un elenco anodino, superado por la verborragia e intensidad puestas al servicio de un equipo, con un plantel chileno consciente que estaba en “su” momento. Faltó lucidez, faltó fútbol y, nuevamente, faltó decisión a la hora del disparo final. En los penales esta vez no hubo “Chiquito” heroico.
DEL FASTIDIO A LA ESPERANZA
La Eliminatoria Sudamericana, en este caso en la primera etapa disputada en el 2015 que pasó, nos entregó versiones antagónicas. Fueron un puñado de presentaciones, intensas, excitantes y sin un patrón de conducta que nos permita, al fin y al cabo, encasillar al equipo de Martino. Sí nos entregaron algunas conclusiones que podemos tener a mano cada vez que nos atrevamos a hablar sin el “diario del lunes”.
Una de esas afirmaciones es que sin Messi, Argentina no es lo mismo. La inédita derrota frente a Ecuador en el Monumental por 2 a 0, en la primera fecha, nos trajo los recuerdos más oscuros. Y el inmediato empate sin goles en Asunción ante el Paraguay de Ramón Díaz no ayudó en absoluto, sino que por el contrario alimentó los pedidos de dimisión del entrenador.
Así y todo, con todas las bajas que se puedan imaginar, el equipo mostró su espíritu y dejó una esperanza latente. Sin Messi, Agüero, Garay, Zabaleta y Tevez, Argentina empató con Brasil dejando una mejor imagen. Y después fue a cumplir un ritual, una situación similar a la de 4 años atrás, cuando el proyecto de Sabella no tenía piso firme donde apoyarse. En Barranquilla, ante la difícil Selección Colombia, con el mismísimo José Pekerman enfrente, una Selección Nacional erguida se quedó con los 3 puntos y nos obligó a firmar otro cheque en blanco.
2016 tendrá muchos desafíos. La necesidad de conseguir un título se convertirá en desesperación, algo que no puede obnubilar al plantel ni a Martino. Aunque seguramente en su fuero interno lo que más desvela al “Tata” es cumplir con aquel deseo que expuso a consideración del futbolero autóctono el día que asumió: 'que el seleccionado argentino juegue como Newell's'.
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