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FERNANDO GAGO

A Gago lo que es de Gago
El patriarca del mediocampo de Boca establece diferencias apreciables y es uno de los lujos más a mano que tenemos.
Amén de la influencia constante que tiene en el funcionamiento de Boca, incluso más evidente en su ausencia, Fernando Gago es uno de los lujos más a mano que exhibe un fútbol argentino siempre expuesto al presente eterno del éxodo.
Una rara avis, Gago, de entendimiento supremo y botines sutiles, en tiempos signados por el culto a la velocidad ciega, a la 'segunda pelota', al juego pretendidamente directo y a otras formas del barullo disfrazado de intensidad.
El entendimiento supremo, que se entienda, está referido a tres valores fáciles de reconocer sin la obligación de ser un experto en las minucias del deporte de la pelota número 5: pausa, pase claro y suma de buenas decisiones.
Boca, el Boca que dirigido por el Mellizo Guillermo está lanzado a la conquista del campeonato, dispone de varios líderes dentro de la cancha.
A grandes rasgos, Wilmar Barrios es el líder del temperamento, Ricardo Centurión es el líder del atrevimiento y a despecho de sus desbordes emocionales Pablo Pérez merodea el rol del líder del entendimiento: hace de todo y casi todo lo hace bien.
Pero es el patriarca Gago quien establece diferencias apreciables que se extienden allende la Ribera y atraviesan el campeonato de norte a sur.
Tiene más marca y más corte que el que le atribuyen, siempre parece solo sin que lo esté y siempre da con espacios donde al parecer no los había para habilitar al compañero mejor ubicado y facilitar el nacimiento de la jugada, su continuidad y, si cabe, su terminación.
La carrera es Gago, es claro, presenta dos ingredientes si se quiere negativos: su propensión a las lesiones y las bajas de tensión que conspiraron contra cumbres más altas en Europa y en la Selección Nacional.
Así y todo, que esas dos presuntas máculas sean las primeras referencias a las que remite su nombre nos colocaría en el terreno de la franca injusticia y de la burda crueldad.
Gago es un nombre propio con peso en el primer nivel desde los 18 años y hasta hoy mismo, con 31 años en el DNI y más de 350 partidos sobre el lomo.
Y aunque por ejemplo no cualquiera viste la camiseta del Real Madrid en 121 ocasiones, el valor primordial de Gago anida en su clarividencia conceptual: nos recuerda, partido tras a partido, que el fútbol no es un juego de velocidad, que más bien el fútbol es un juego de velocidades.
El entendimiento supremo, que se entienda, está referido a tres valores fáciles de reconocer sin la obligación de ser un experto en las minucias del deporte de la pelota número 5: pausa, pase claro y suma de buenas decisiones.
Boca, el Boca que dirigido por el Mellizo Guillermo está lanzado a la conquista del campeonato, dispone de varios líderes dentro de la cancha.
A grandes rasgos, Wilmar Barrios es el líder del temperamento, Ricardo Centurión es el líder del atrevimiento y a despecho de sus desbordes emocionales Pablo Pérez merodea el rol del líder del entendimiento: hace de todo y casi todo lo hace bien.
Pero es el patriarca Gago quien establece diferencias apreciables que se extienden allende la Ribera y atraviesan el campeonato de norte a sur.
Tiene más marca y más corte que el que le atribuyen, siempre parece solo sin que lo esté y siempre da con espacios donde al parecer no los había para habilitar al compañero mejor ubicado y facilitar el nacimiento de la jugada, su continuidad y, si cabe, su terminación.
La carrera es Gago, es claro, presenta dos ingredientes si se quiere negativos: su propensión a las lesiones y las bajas de tensión que conspiraron contra cumbres más altas en Europa y en la Selección Nacional.
Así y todo, que esas dos presuntas máculas sean las primeras referencias a las que remite su nombre nos colocaría en el terreno de la franca injusticia y de la burda crueldad.
Gago es un nombre propio con peso en el primer nivel desde los 18 años y hasta hoy mismo, con 31 años en el DNI y más de 350 partidos sobre el lomo.
Y aunque por ejemplo no cualquiera viste la camiseta del Real Madrid en 121 ocasiones, el valor primordial de Gago anida en su clarividencia conceptual: nos recuerda, partido tras a partido, que el fútbol no es un juego de velocidad, que más bien el fútbol es un juego de velocidades.
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