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Selección: ¿obligada a ganar?

Selección: ¿obligada a ganar?
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Después de poco más de dos décadas de frustraciones, la Selección que conduce Gerardo Martino naturalizó que tiene que conquistar la Copa América Centenario.

Esta presión que también se somete a las urgencias propias del plantel y a las que expresa el ambiente, es un enemigo reconocido. El desafío que incluso excede a la lógica del juego.

Estar obligado a ganar es lo peor que le puede pasar a un equipo de fútbol. Y esto, precisamente, es lo que le está ocurriendo a la Selección nacional: está obligada a conquistar la Copa América Centenario. Obligada por las circunstancias.

¿Qué tipo de circunstancias? Las decepciones que vienen jalonando el camino de la Selección desde hace un par de décadas. La última Copa América que ganó Argentina data de 1993 en Ecuador con la conducción de Alfio Basile. El último Mundial que ganó Argentina data de 1986 en México con Carlos Bilardo como entrenador.

'Esta generación de jugadores precisa un título', supo comentar Gerardo Martino en varias entrevistas. Tiene razón el técnico. Pero habría que agregar que aunque él hace menos de dos años que está al frente de la Selección, también precisa un título para desalentar reemplazos.

La realidad que no puede ocultarse es que aunque se pretenda relativizarlo, la sensación unívoca que recorre el ambiente del fútbol nacional es que predominan las urgencias en el campamento argentino. Y las urgencias nunca son buenas consejeras. Una de las razones fundamentales es que suelen precipitar apuros y confusiones. Y un equipo apurado y confundido es un equipo a la deriva.

Es cierto, no son responsables directos todos los jugadores que hoy integran la Selección de viejas frustraciones que protagonizaron otros intérpretes consagrados. Pero esta herencia, no deseada, no se discute: está ahí. Naturalizada por todos, incluso hasta por los que fueron convocados por el Tata Martino en los últimos meses. Y no pueden hacerse cargo de lo que pudo haber sido y no fue.

Sin embargo, la necesidad imperiosa de una conquista no la niega absolutamente nadie. Y este es un enemigo declarado del plantel y del cuerpo técnico. Siempre alteran y perturban las obligaciones de salir campeón. Porque una cosa es confirmarse como candidato entre otros candidatos importantes. Y otra muy distinta es jugar sin opciones. Porque la única opción posible es dar una vuelta olímpica el próximo domingo 26 de junio en Nueva York. Y cualquier otro escenario que se presente será calificado como un fracaso estruendoso, más allá de las lecturas más o menos indulgentes que puedan desarrollarse.

¿Estará la Selección y Martino a la altura de la demanda planteada? Decir que sí o decir que no es adelantar lo que no se puede adelantar. Nadie tiene nada bajo control en el fútbol. Por suerte, el fútbol sigue siendo un fenómeno totalmente incontrolable, aunque no pocos entrenadores y no pocos periodistas pretendan subordinarlo a certezas y verdades que no son tales. Porque no hay ninguna verdad ni certeza en el horizonte del fútbol de ayer ni de hoy. Todo se resuelve sobre la marcha. Y allí radica el gran atractivo.

¿Y entonces? No se sabe cómo va a internalizar la Selección la presión que se autoimpone y la que como un vendaval llega desde afuera. La presión de ganar, en definitiva. El último antecedente en la final de la Copa América 2015 frente a Chile, en Santiago, fue ilustrativo de los condicionamientos que padeció y que incluso alcanzaron a Martino cuando afirmó: 'Nos preocupamos mucho en neutralizar a Chile pero nos costó jugar'.

Esa preocupación excesiva por el adversario delató el verdadero contenido de la presión que terminó limitando el potencial de Argentina. El juego de la Selección había quedado atrapado en esa red invisible. En el marco estricto de las obligaciones y las seguridades. De la banca que tenía que demostrar que era banca. Y no lo hizo. No por falta de juego. Por falta de soltura. De libertad.

A la Selección se le presenta en Estados Unidos el mismo escenario. Pero con una urgencia superadora. Como si tuviera que ganar en la víspera de los partidos. Es un desafío que excede la lógica del juego. Que se vincula a la personalidad. Esto pondrá a prueba la Selección. Y esto quedará revelado en la competencia.



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