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BOCA JUNIORS

Obra de arte
Boca le ganó un partidazo a Vélez, con increíbles goles de Riquelme y Palermo
La exquisita obra acababa de finalizar con éxito. El público aplaudía a rabiar, en medio de exclamaciones de admiración. El director de orquesta miró a su alrededor y, tras una breve pausa, realizó una reverencia.
Así relatado, cualquiera pensaría que se trata de la descripción de una gala de música clásica en un teatro paquete. Pero si se introduce el dato de que el director de orquesta hizo la reverencia con el torso desnudo, seguramente empezarán las dudas. Sobre todo si también se agrega que en su mano tenía una camiseta color azul y oro, igual a la lucían muchos integrantes de la platea.
Y si se cuenta que después de la reverencia, los otros integrantes de la orquesta se le tiraron encima al director para abrazarlo, todo quedará dado vuelta en la cabeza del lector y habrá que decirle, para aliviar su confusión, que donde todo esto sucedió fue en un teatro especial.
La Bombonera.
Sí, el contexto fue la cancha de Boca; el director de orquesta, Martín Palermo; y la obra ejecutada, el tercer y definitivo gol del equipo local en el verdadero partidazo que le ganó por 3-2 a uno de los mejores equipos de la Argentina, Vélez Sarsfield.
Aplausos.
Es que el gol de Palermo fue una verdadera pieza de arte, en medio de un partido que merece también ese calificativo.
Iban 28 minutos del segundo tiempo cuando Nicolás Gaitán, que tuvo un buen desempeño general, perdió apenas pasando mitad de cancha una pelota que pintaba para contrataque incisivo. El balón derivó hacia la posición del arquero de Vélez, Germán Montoya. Pero Gaitán, fiel a su costumbre de no dar nada por perdido, corrió a presionar al guardameta.
Ante esto, Navarro se apuró a despejar, y le salió un tiro a media altura, hacia el medio. ¿Quién sino Palermo podía estar en el lugar y el momento indicado? El Titán, a unos 35 metros del arco, le metió la testa, aprovechó la fuerza que traía la pelota, y convirtió un gol de película.
Aplausos.
Fue el 3-2. Fue el broche de oro para el gran encuentro que jugaron Boca y Vélez. Y también la conclusión de una idea que se había venido dibujando a lo largo del cotejo. El Boca de hoy sólo puede ganarle a Vélez, un equipo hecho y derecho, si se iluminan sus figuras.
Palermo, quedó dicho, se iluminó. Y antes Juan Román Riquelme había hecho lo propio, con un golazo al ángulo tras corrida con pelota dominada unos diez metros hasta casi entrar al área rival por el centro de la medialuna. Así fue el 2-2.
Y antes, en el primer tiempo, había sido Sebastián Battaglia, con una palomita en el medio del área rival. El 1-1.
Siempre de abajo Boca, en levantada, en un partido que Vélez dominó en momentos importantes, como el principio de ambas etapas -cuando convirtió sus dos tantos- pero no en los cruciales.
Porque hubo pasajes en los que el equipo de Ricardo Gareca dejó su estampa, haciéndose dueño y señor del mediocampo, con Franco Razzoti como jefe de la batuta y Maximiliano Moralez encargado del toque de distinción.
No le alcanzó para asegurarse la victoria, que estuvo dos veces en sus manos. Por las virtudes de Battaglia, Riquelme y Palermo. Pero también porque, cuando avasallaba a su rival tras ponerse 2-1 arriba con el segundo gol de Leandro Caruso, Hernán Rodrigo López desaprovechó una situación increíble a los seis minutos del segundo período.
Recibió un pase desde la izquierda, solo en el medio del área chica y con el arco vacío. Sólo tenía que empujarla, pero le pegó mordido a la pelota y la devolvió para el lado que venía. Era el 3-1 y el final del pleito. Fue, en cambio, el resurgimiento de Boca.
La Bombonera.
Sí, el contexto fue la cancha de Boca; el director de orquesta, Martín Palermo; y la obra ejecutada, el tercer y definitivo gol del equipo local en el verdadero partidazo que le ganó por 3-2 a uno de los mejores equipos de la Argentina, Vélez Sarsfield.
Aplausos.
Es que el gol de Palermo fue una verdadera pieza de arte, en medio de un partido que merece también ese calificativo.
Iban 28 minutos del segundo tiempo cuando Nicolás Gaitán, que tuvo un buen desempeño general, perdió apenas pasando mitad de cancha una pelota que pintaba para contrataque incisivo. El balón derivó hacia la posición del arquero de Vélez, Germán Montoya. Pero Gaitán, fiel a su costumbre de no dar nada por perdido, corrió a presionar al guardameta.
Ante esto, Navarro se apuró a despejar, y le salió un tiro a media altura, hacia el medio. ¿Quién sino Palermo podía estar en el lugar y el momento indicado? El Titán, a unos 35 metros del arco, le metió la testa, aprovechó la fuerza que traía la pelota, y convirtió un gol de película.
Aplausos.
Fue el 3-2. Fue el broche de oro para el gran encuentro que jugaron Boca y Vélez. Y también la conclusión de una idea que se había venido dibujando a lo largo del cotejo. El Boca de hoy sólo puede ganarle a Vélez, un equipo hecho y derecho, si se iluminan sus figuras.
Palermo, quedó dicho, se iluminó. Y antes Juan Román Riquelme había hecho lo propio, con un golazo al ángulo tras corrida con pelota dominada unos diez metros hasta casi entrar al área rival por el centro de la medialuna. Así fue el 2-2.
Y antes, en el primer tiempo, había sido Sebastián Battaglia, con una palomita en el medio del área rival. El 1-1.
Siempre de abajo Boca, en levantada, en un partido que Vélez dominó en momentos importantes, como el principio de ambas etapas -cuando convirtió sus dos tantos- pero no en los cruciales.
Porque hubo pasajes en los que el equipo de Ricardo Gareca dejó su estampa, haciéndose dueño y señor del mediocampo, con Franco Razzoti como jefe de la batuta y Maximiliano Moralez encargado del toque de distinción.
No le alcanzó para asegurarse la victoria, que estuvo dos veces en sus manos. Por las virtudes de Battaglia, Riquelme y Palermo. Pero también porque, cuando avasallaba a su rival tras ponerse 2-1 arriba con el segundo gol de Leandro Caruso, Hernán Rodrigo López desaprovechó una situación increíble a los seis minutos del segundo período.
Recibió un pase desde la izquierda, solo en el medio del área chica y con el arco vacío. Sólo tenía que empujarla, pero le pegó mordido a la pelota y la devolvió para el lado que venía. Era el 3-1 y el final del pleito. Fue, en cambio, el resurgimiento de Boca.
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