Messi ya es campeón del mundo. Se ha bañado en oro con los elogios. Caen los confetis dorados, oro como sus botas, como el balón de la final, carrera visualizada en oro por cada uno de los 41 títulos que ha ganado en su carrera y los 7 Balones de Oro que han reflejado el brillo de sus ojos. Messi ya ha ganado la final de la Copa del Mundo al recibir la carta de su hijo Thiago donde ha escrito con letra de palo la canción ‘Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar’ que se ha convertido en el himno del Mundial. Ha ganado porque hasta hay franceses, con lo chovinistas que son, que quieren ver a Messi levantando el trofeo que escoge a la mejor selección del mundo por todo lo que representa Leo en el mundo del fútbol. Messi ya es campeón. Entréguenle la Copa del Mundo. Qué la bese, se abrace, salte abrazado a los muchachos, llore, celebre mirando al cielo, duerma con la Copa del Mundo y que no despierte del sueño que siempre tuvo: bordar una estrella en su camiseta.

Argentina y Francia se enfrentan en el maravilloso estadio de Lusail en un partido que ya ha ganado Messi por aclamación popular. La final que Messi siempre soñó la alcanza en el mejor momento de su vida y eso se refleja en el terreno de juego: es el mejor Leo que nunca vio Argentina. El mejor Messi regaló al Barça su fútbol. Mira a la grada y ahí está su familia, sus tres hijos que tienen la edad para entender que papá es el más grande. Ya está. No importa lo que pase en el partido, el relato ha llevado a Messi a afrontar la única final que ya ganó por goleada antes de jugarla.



Agazapado, silencioso, huyendo del foco mediático, en silencio llega Kylian Mbappé, que ha escogido sólo aparecer en el terreno de juego. Mbappé es el relevo en ese universo del fútbol que aún no está preparado para retirar a Messi. Se presenta Mbappé a la final con los mismos goles que Leo (5) y consciente de que le han asignado el papel de villano sin quererlo. Mbappé presenta argumentos para competir con Lionel en el terreno de juego y la suerte de Kylian es que merodeando por todos los espacios está Griezmann, el futbolista más generoso de Francia, el único que no siente la presión.

El inconsciente de Ousmane Dembélé es más peligroso cuando menos se habla de él y no hay defensa más contundente que la gala. Han vivido ‘les bleus’ inmersos en la psicosis del ‘virus del camello’ que castigó con tos, dolor de cabeza, gastroenteritis y fiebre a al menos cinco futbolistas, casi todos ellos de la línea defensiva, como aliándose el dichoso virus con la confabulación mundial para que gane Messi el Mundial.



Lionel Andrés Messi ha conseguido ilusionar a un pueblo, el argentino, que teñirá las gradas de albiceleste. Exaltados envuelven a Leo en la bandera como si fuera necesario recordar que es argentino, orgullosos que en este periodo de crisis e inflación dolorosa un argentino sea el más amado en el mundo. Sirve su sonrisa como pañuelo para sacar lágrimas que van más allá de lo futbolístico. El mundo está preparado para aplaudir a Leo Messi cuando salga campeón. Todos menos Mbappé y la selección francesa: ellos no entienden de romanticismos.