

Se "enojó" Riquelme y Boca empezó a pisar fuerte
El equipo de Ischia arrancó en desventaja por el gol en contra de Cáceres. Luego le expulsaron a Paletta. Pero apareció el amor propio y Riquelme anotó el golazo del empate.
Tenía una importancia crucial esta parada en la Bombonera para el técnico y para los jugadores de Independiente. Se encargaron de proclamarlo hasta el cansancio en la semana previa. Si hasta le pidió a Dios Pedro Troglio para que Montenegro pudiera marcar un gol. Era un partido bisagra, decían, para iniciar el despegue definitivo en la búsqueda de los puestos de vanguardia, y -de paso- quebrar una larga racha negativa ante el viejo rival. El entusiasmo estaba encendido y se sumaban las promesas de entrega y buen juego. Una manera de autoconvencerse con las palabras, antes de los hechos.
Boca había jugado un partido extenuante ante el Atlas mexicano el jueves, por la Copa. Y varios de los jugadores llegaban averiados. Cáceres, Morel, Vargas, el propio Riquelme. Y Palermo y Maidana quedarían afuera, suspendidos. El técnico Carlos Ischia -quizá peligrosamente- prefirió atender la voluntad de jugar de sus dirigidos que la opción de incorporar a otros en óptimas condiciones físicas. Y el ejemplo del paraguayo Cáceres es nítido. Cuando llegaba al estadio dijo por Radio Mitre: 'Estoy mejor, en la cancha veremos si la pierna responde' El clima no parecía favorable, entonces, para las posibilidades de los locales.
Y el comienzo del partido pareció darles la razón a las dos circunstancias. Independiente parecía más entero. En un ratito Machín se fue tres veces fácilmente por las espaldas de un dubitativo Morel (había tenido fiebre en la noche previa) y en la primera de ellas, tras el cruce del balón, un desorientado Cáceres la empujó hacia su propio arco. Gol en contra. En otra, la pelota lo sobró al paraguayo y Fredes, atrás, solo, cabeceó desviado. Y en la tercera, la recibió Montenegro, giró y obligó a una intervención de Caranta que completó Paletta.
Boca semejaba a un equipo fatigado y Riquelme aparecía estacionado, sin dinámica. Sólo cuando tenía la pelota provocaba algunas situaciones mágicas, de su sello. Pero espaciadamente. Dátolo corría de un sector a otro. Acertaba con alguna gambeta y fallaba en cualquier devolución. Román lo quería cerca para elaborar combinaciones cortas. Y alguna salió. Pero estaba claro que Boca daba ventajas. Sin embargo, el mismo Independiente le empezó a dar los espacios para la reacción. Se metieron atrás los visitantes. Y Boca -casi por inercia- comenzó a fabricar situaciones favorables. Un remate y un cabezazo de Riquelme pasaron cerca. También un tiro de Dátolo. Y otro de Palacio. Hasta que un zurdazo de Román chocó contra el codo de Guillermo Rodríguez que pareció haber hecho un movimiento intencional. Baldassi desoyó los reclamos de penal haciendo señas de que la pelota había dado en el pecho del defensor. Y en la jugada siguiente se produjo la expulsión de Paletta. Entró muy fuerte el defensor contra Grisales. Pudo ser amarilla, pero no se discute la decisión de Baldassi.
Todo pintaba gris para el extenuado Boca, en derrota y con un jugador menos. Pero no se animó Independiente a imponer carácter en las disputas del balón. Se apretó contra su arco para apostar a algún contraataque afortunado. Entonces, tomó Riquelme el control del juego, con su sabiduría, con su paciencia y con el aire cambiado. Como si se hubiera enojado en el vestuario. Y todo Boca dio una demostración de entereza temperamental. Ya le había puesto Román una pelota de gol a Palacio a los dos minutos. Pero Gioda alcanzó a neutralizarlo con esfuerzo. Y a los 9 llegó una obra de arte futbolera. Riquelme recibió de Dátolo. Frenó. Eligió un pase vertical y corto para Boselli y éste se la devolvió en perfecta pared. Entró Román y la colocó, cruzada, hacia el palo izquierdo. Uno a uno.
Hubo un cabezazo de Montenegro, de pique, que Caranta desvió al córner (no parecía que entraba) y otro remate de afuera del mismo Rolfi que el arquero desvió espectacularmente, como toda la oferta de Independiente en ese lapso. En poco influyeron las entradas de Sosa y Oyola por Grisales y Fredes. Aunque sí el ingreso de Vargas por Battaglia (éste le había cometido una fuerte infracción al Rolfi). Porque el colombiano puso un fervor desbordante. Y Riquelme hizo el espectáculo final. Le sirvió una pelota nítida de gol a Palacio que éste desperdició tirando desviado. Y otra a Boselli que provocó una gran intervención de Assmann. Y, al final, un tiro libre suyo quese colaba por el ángulo derecho fue desviado por el arquero de Independiente, lejos el mejor de su equipo.
Para Independiente era una prueba crucial. No la aprobó. A Boca le alcanzó con su amor propio y con Riquelme para merecer la victoria con un jugador menos.