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RIQUELME

Más allá de Riquelme
Después del retiro de Riquelme la función de organizador, manija o enganche, quedó desestimada por el ambiente del fútbol.
Faltan esos jugadores. Falta, en definitiva, talento para interpretar los misterios del juego. El diez hoy no es un diez.
¿Quién mete pelotas criminales o en todo caso muy filosas y precisas en el vapuleado fútbol argentino? Nadie. ¿Quién pone pelotas al espacio y deja a un compañero cara a cara con el arquero rival? Nadie. ¿Quién habilita con verdadero sentido de la profundidad ofensiva? Nadie. ¿Quién hace jugar celebrando una idea y un estilo? Nadie.
El último que hacía todo eso fue Juan Román Riquelme. Pero Riquelme se retiró el domingo 7 de diciembre de 2014 vistiendo la camiseta de Argentinos Juniors, después de despedirse de Boca siete meses antes. Ese Riquelme siempre creativo fue la expresión del fútbol artesanal que antes otras estrellas reivindicaron. Como Ricardo Enrique Bochini, por citar un caso de dimensión extraordinaria.
Después de Román, se extinguieron esos brillos. Esa ideología futbolística que se nutre del talento. Esa mirada que abarca la totalidad del paisaje. Esa claridad incomparable para registrar el mínimo espacio. Porque sin espacio no hay fútbol. Hay más confusión y lucha que juego.
En el marco de esa confusión que sintoniza con el desconocimiento y la ignorancia, hay demasiados prestamistas de la pelota. ¿Quiénes son los prestamistas? Los que hacen pasecitos. Reciben y una y otra vez tocan para atrás. No es que se niegue la posibilidad de tocar hacia atrás, porque puede rescatar la posibilidad de comenzar de nuevo hasta localizar un espacio, pero esa descarga livianita y mansa en muchas oportunidades revela insolvencia y falta de compromiso para controlar la pelota y progresar en la cancha.
El gran problema es que no está el que la sabe administrar. El que toca cuando hay que tocar, el que apela a la verticalidad cuando lo demandan los tiempos de la jugada y el que la tiene cuando es necesario conservarla. Esa clase de jugadores que entienden las necesidades del juego representados en la figura de Riquelme, no encontraron herederos.
El último que hacía todo eso fue Juan Román Riquelme. Pero Riquelme se retiró el domingo 7 de diciembre de 2014 vistiendo la camiseta de Argentinos Juniors, después de despedirse de Boca siete meses antes. Ese Riquelme siempre creativo fue la expresión del fútbol artesanal que antes otras estrellas reivindicaron. Como Ricardo Enrique Bochini, por citar un caso de dimensión extraordinaria.
Después de Román, se extinguieron esos brillos. Esa ideología futbolística que se nutre del talento. Esa mirada que abarca la totalidad del paisaje. Esa claridad incomparable para registrar el mínimo espacio. Porque sin espacio no hay fútbol. Hay más confusión y lucha que juego.
En el marco de esa confusión que sintoniza con el desconocimiento y la ignorancia, hay demasiados prestamistas de la pelota. ¿Quiénes son los prestamistas? Los que hacen pasecitos. Reciben y una y otra vez tocan para atrás. No es que se niegue la posibilidad de tocar hacia atrás, porque puede rescatar la posibilidad de comenzar de nuevo hasta localizar un espacio, pero esa descarga livianita y mansa en muchas oportunidades revela insolvencia y falta de compromiso para controlar la pelota y progresar en la cancha.
El gran problema es que no está el que la sabe administrar. El que toca cuando hay que tocar, el que apela a la verticalidad cuando lo demandan los tiempos de la jugada y el que la tiene cuando es necesario conservarla. Esa clase de jugadores que entienden las necesidades del juego representados en la figura de Riquelme, no encontraron herederos.
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