Riquelme, feliz, porque le gano al 'rival de toda la vida'
clarin.com
RIQUELME
date 16/05/2011

Riquelme, feliz, porque le gano al 'rival de toda la vida'

'No se a jugado por ahí muy lindo, pero ganamos merecidamente'.

Su felicidad no se cuenta, se pesa. No fue su partido. Y lo sabe. Su magia no ensayó trucos, a la vista está. El, sin embargo, está feliz. A Juan Román Riquelme, esta vez, le sobran motivos. Pone en la balanza: el resultado y el rival, la situación de Boca y ¡el gol de Martín Palermo! Como quién sabe, encajonó las polémicas. Y sacó del placard toda su alegría. Riquelme jugó su Superclásico aparte. Y disfrutó. Su pincel siempre colorea, por más que esta vez no la rompió como sabe.

'Esto es increíble. La gente de Boca es única, estamos contentos de ganarle al rival de toda la vida', dijo Román. Y no exageró. Se quedó en cuero porque le regaló su camiseta a la gente, esa que lo embadurnó en halagos, cuando fue reemplzado por Ricardo Noir a minutos del final.

Riquelme, a su modo y su manera, lo vivió con intensidad. Jugó con el potrero en la sangre, tantos años en las ásperas canchitas de San Fernando no fueron en vano. No gravitó, pero en el detalle dejó su sello. La pisó, la aguantó de a ratos y progresó al asociarse con Pochi Chávez. Dio la nota cuando se sacó esas canilleras blancas e incómodas. Debió haber sido amonestado, Loustau no se percató. Un detalle le dio paso a otro...

El abrazo en el gol y en la salida de Palermo sí hacen a la cuestión. Pudo haberse aislado. No lo hizo. Rompió el molde. Palermo, emocionado, gritó gol, miró el cielo entre tanta montaña humana que se le venía encima. Y cuando el Titán volvió en sí, un tal Riquelme le besó la cabeza. Increíble. Tanto como cuando se le río a Loustau.

Riquelme iba a ejecutar un córner, se demoró y el juez le sacó la amarilla. No entendió el por qué. El, que siempre intenta jugar, fue apercibido por no querer jugar. Aunque ayer tocó pocas y apostó por cambiar de frente. Eso sí, no miró para otro lado a los 36 del complemento. Y aportó otro abrazo para Palermo, esa historia que se ¿iba? para siempre del Superclásico. Nueve minutos más tarde, Román abandonó el campo. Saludó a su amigo, Lucas Viatri, y chocó manos con Noir. En el banco, recibió tres palmaditas en la nuca de Julio Falcioni, el que lo esperó cuatro días por una contractura en el aductor derecho. Luego, entre los suplentes, volvió a abrazar a Palermo. Rubricó que esos gestos no habían sido para la tribuna. 'No hemos hecho un buen partido, no se ha jugado por ahí muy lindo, pero ganamos merecidamente', confesó. Evitó hablar más. Y se fue. Le recordaban su paternidad ante River (jugó 18, ganó 8, empató 7 y perdió 3). El, sin embargo, no escuchaba. Tenía un minicomponente en mano y la música a tope. ¿Para qué más palabras?

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