Riquelme, el titiritero que ya no juega pero sigue en el pedestal
larazon.com.ar
RIQUELME
date 11/04/2015

Riquelme, el titiritero que ya no juega pero sigue en el pedestal

Riquelme, Román, Román Riquelme, Juan Román Riquelme. Nadie lo llama Juan. Es Román. Es Riquelme.

Pesa tanto el segundo nombre como el apellido. Ahora que no está (en el fútbol, se entiende) igual se sigue hablando de Riquelme, de Román. Menos que durante años, menos que hace algunos meses.

Y con menos voltios y flujo. Pero basta con transitar las redes sociales, por ejemplo, para que Román Riquelme, aun retirado, se viralice en palabras e imágenes. Estar menos no significa no estar. Porque se ha dicho hasta el desgaste que Riquelme siempre está.

El gran estratega aparece en los recuerdos, recientes y lejanos. En fotos y en videos. En dedicatorias y en frases con pretensiones poéticas. En el rescate de logros fenomenales y de performances legendarias. Aparece, claro, porque se habla de fútbol. Mejor dicho, de cómo Riquelme jugaba al fútbol. Ha quedado en la banquina todo lo demás. En actividad, Riquelme, Román, Román Riquelme, Juan Román Riquelme convocaba a la cancha y a la controversia. En buen romance, se lo bancaba o no se lo bancaba. En Boca lo bancaban de la primera a la última célula, salvo excepciones. Algunas de esas excepciones estaban –están– en la dirigencia. A veces no es cuestión de multitudes que respaldan sino de hospedaje del poder.

Riquelme manejaba el equipo adentro y manejaba declaraciones, silencios, ataques y contraataques afuera. Era el titiritero. Un día se alejó de Boca después de infinidad de tironeos. Daniel Angelici y sus laderos –ejecutores también del despido de Carlos Bianchi– cargarán con la cruz de la salida de Román. Ninguna explicación, racional o visceral, les sirve a esos hinchas que han colocado a Román en el pedestal. Hay, en paralelo, hinchas no incondicionales, pero sus voces se diluyen como minoría que son. Fuera de Boca, en cambio, el muestrario se torna diverso. Quienes veneran al crack aunque sean de otros equipos, quienes le reconocen su talento, quienes le buscan el pelo al huevo, quienes ven siempre en offside al personaje. El respeto se lo ganó por el fútbol; el rechazo no tiene que ver con el fútbol.

Desde Argentinos Juniors, con cuya camiseta disputó a los 36 años su último partido el 7 de diciembre de 2014, Riquelme se había transformado en una abrumadora sombra para los dirigentes, el cuerpo técnico y el plantel de Boca. La hinchada pedía a Riquelme, que jugaba en otro club y en otra categoría (Argentinos finalmente logró el ascenso con Román), como si se tratara de un fetiche que en cualquier momento podía entrar y arreglar todo. Un caso de comportamiento colectivo digno de estudio para la psicología. Riquelme estaba por ausencia, igual que antes había estado por presencia.

Argentinos, principio y fin de una carrera prodigiosa, le entregará el domingo una plaqueta. En España, el diario deportivo As le acaba de dedicar un especial en cuya portada lo define como “el último 10”. Mientras tanto, la gente de Boca no lo olvida, sólo que ahora los resultados, los refuerzos y los objetivos a los que se apunta disparan el envión ganador. Y se suma el “impacto Daniel Osvaldo”. Pero la tropa del Vasco Arruabarrena tendrá que conquistar algún título este año para revalidar esta efervescencia. Será la única manera de que no se evoque con fuerza de plegaria a Riquelme, Román, Román Riquelme, Juan Román Riquelme. Con segundo nombre y apellido.



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