Montoya está por verse

Y, si se quiere, de forma tardía o por lo menos lenta para estos tiempos. En 2014 ya andaba por los 21 años, a la edad en la que muchos ya tocaron la Selección y/o fueron transferidos a Europa debía contentarse con alternar, acumular y exprimir minutos.

Hoy, en cambio, Montoya es motivo de revuelo en el pequeño pueblo donde nació, Machagai, Chaco, tres décadas después de las horas gloriosas de otro hijo de la casa, Ramón Domínguez, “El Moncho”, campeón argentino de los supergallos.

¿Será que Montoya es un crack “campana”, tan, tan, tan, tan crack? Eso, con el debido respeto y la debida valoración al muchacho, está por verse. Que Boca y River se lo disputen con el énfasis propio de los conventillos de la farándula en los programas de tevé a las dos de la tarde, no necesariamente viene de la mano de la satisfacción garantizada. Hace mucho que el mercado de pases del fútbol argentino está devaluado y subordinado a la prepotencia de los capitales de las principales ligas europeas, más algunas menos tradicionales, más la mexicana, la brasileña y hasta en algunos casos la chilena, que se llevó a la Gata Fernández con un contrato que Estudiantes no podía pagar.

Montoya es un pichón de futbolista espléndido. Ni su dinámica ni su buen remate abundan por estas comarcas, pero en buena medida que haya devenido la figurita más buscada tiene que ver con la escasez del inventario y con haber coincidido en la agenda de los dos más grandes.