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¿Por qué Messi no es un mito como Maradona?

¿Por qué Messi no es un mito como Maradona?
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Antes de que Messi haya tocado un balón con el PSG, la prensa europea ha destacado su impacto

Los seguidores del club parisino en las redes sociales han pasado de 20 a 40 millones, se ha agotado su nueva camiseta, a razón de 165 euros, así como las entradas para el próximo partido en el Parque de los Príncipes.

Hay quien afirma que el jeque al-Khelaifi no ficha a un jugador, sino a un mito.

En Argentina, sin embargo, el cambio de aires de Leo apenas ha suscitado interés. Durante años, Messi ha sido discutido en su país porque, al compararlo con Maradona, salía malparado. A diferencia del Mundial que «el Pelusa» consiguió para los suyos en México 86, a Messi se le reprochaba que no había ganado nada con la Albiceleste y que se había aupado a la cima del fútbol mundial jugando al lado de las mejores estrellas en el Barça, al igual que hará ahora en el multimillonario PSG.

Cuando este verano Messi consiguió la Copa de América contra Brasil, en el mismísimo Maracaná, hubo algunos periodistas que se apresuraron a escribir que, con dicho título, Messi se había ganado un lugar en el Olimpo al lado de Maradona, sintonizando con un país que jamás le veneró como hizo con Diego. Pero no es tan fácil convertirse en un mito. Los logros de uno y otro son diferentes: no es lo mismo alzar una Copa de América que una Copa del Mundo, como tampoco lo es ganar Ligas con el Barça (o previsiblemente, con el PSG), que Scudettos con el Nápoles. Juanma Lillo me sugiere otra diferencia sustancial: Maradona jugó en una época en que los defensas tenían licencia para moler a palos a los habilidosos delanteros contrarios, mientras que a Messi «no se le puede ni mirar; si se le mira mal, ya es falta».

Messi ha ganado innumerables títulos, personales y colectivos, pero el significado de sus hazañas difiere de lo que Maradona significa para sus hinchas más devotos. Una de las claves del héroe mitificado es que estuvo en el sitio adecuado en el momento adecuado. Leo no puede ser un Mesías porque no vengó a su país de la humillación que le infligió Inglaterra en las Malvinas, ni resarció a los desheredados de Nápoles del secular desprecio que les dispensaban los supremacistas del norte de Italia. Ya lo dijo nuestro más célebre etnólogo, Julio Caro Baroja: la eficacia del mito deriva de que se gesta a la medida y gusto del grupo.

En todo caso, lo que les separa como un abismo, a mi juicio, no radica tanto en el juego desplegado en la cancha, ni en lo que consiguieron para sus seguidores con el balón en los pies, sino en la forma de ser y actuar en la vida privada, en la imagen que irradian, en aquello que comunican cuando hablan, cuando viven -vivía, en el caso de Maradona- fuera del campo. Quien le conoce me asegura que Messi es una buena persona, centrada y profesional. Y yo lo creo. Pero no es un personaje. Por el contrario, con su vida de excesos, empeñado en alcanzar las más altas cotas de gloria para, acto seguido, darse una vuelta por la ciénaga del desastre, Maradona se mostró como uno de esos héroes legendarios presentes en muchas mitologías, divino y humano, a la vez. Excepcional, extraordinario, tan cerca del bien como del mal, despierta admiración, pero también compasión, ternura, emoción.

Lo que impide que la gente pase de admirar a Messi a rendirle culto está relacionado con cómo se toman la vida. Messi no se sale del tiesto; fiel a lo que aprendió en Can Barça y protegido por un entorno responsable, no se le oirá una palabra más alta que otra. A su llegada a París, Messi ha declarado que está «muy feliz», «con muchísimas ganas», y cosas parecidas. Es una persona aséptica, como mandan los cánones actuales. Maradona, por el contrario, no dejaba indiferente a nadie porque jamás se supeditó a lo políticamente correcto, y vivió los días y las noches con rebeldía, como si estuviera jugando al fútbol, arriesgando en cada jugada, desafiando toda sensatez, levantándose después de cada derrota con la convicción de que a la vuelta de la esquina habría otro partido. Messi es un jugador de fútbol, pero Maradona fue algo más: un jugador en el tablero de la vida. Y no siempre ganó.

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