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CARLOS TEVEZ

El líder que Boca necesita
Suele pasar con los distintos: en las buenas, ellos salen en la foto con la Copa. En las malas, son la cara de la derrota.
Cuando volvió y Boca salió campeón dos veces en menos de un semestre, todos lo atribuyeron a su espíritu ganador. Hoy, a Carlos Tevez se lo acusa de las peores calamidades. De todo lo malo que pasa en el club. ¿Justo? ¿Injusto? Es lo que le toca en un grupo que se quedó sin referentes, acaso el mal mayor.
Si a Boca se le reprochaba cierta flaqueza anímica, la falta de un vozarrón que llegara a las fibras de sus compañeros y de los rivales, la salida de Orion y el Cata -parte de una renovación- profundizó la crisis de identidad. Porque la billetera puede estar gorda, pero los referentes no se compran. Todavía está por verse qué pueden dar los nuevos, especialmente los volantes colombianos, pero lo que es seguro es que no serán líderes en el corto plazo.
El único que quedó, con la condición legítima de referente (por experiencia, carisma, trayectoria, identificación con el club, jerarquía) es Tevez. Y ése es, en sí mismo, un problema. Hoy, el referente de Boca es un tipo ido, desganado, que perdió la alegría y la chispa, que se fue de retiro espiritual en medio del incendio post Libertadores, que buscó en el verde césped del golf las respuestas a lo que le pasaba en el verde césped del fútbol. Un tipo que no transmite. O peor: que transmite toda esa negatividad, todo su fastidio, su falta de energía para evitar la adversidad o, llegado el caso, para sobreponerse a ella con el espíritu que se les reclama a los líderes.
Boca, esta versión opaca de Boca que se vio en el debut, está hecha a imagen y semejanza de su capitán. El técnico postergó alguna de sus convicciones primarias (le dio los días de licencia para que reflexionara, recontrató a Tobio en su carácter de compañero de pieza, armó un 4-2-3-1 en lugar de su 4-3-3) apuntando pura y exclusivamente a su felicidad. Pero Tevez sigue tan vacío como en los últimos meses. Y como una lógica consecuencia, Boca está así de pálido. Un fantasma que encima observa desde las sombras cómo River, en el mundo real, se alza con lo que hace un tiempo era suyo.
Cuando decía, hace 13 años, que “estos jugadores te llevan al cementerio”, Carlos Bianchi se refería a versiones como ésta de Tevez. No es 9. No es 10 aunque quiera serlo (le falta panorama de conductor, velocidad mental para resolver, ojos de estratega para elegir el camino). A contramano de esas dudas, Tevez construyó -incluso con Bianchi- una carrera brillante. Hoy, sigue golpeado por perder una Copa que soñaba suya. Pero Boca no puede detener el tiempo. Lo necesita entero. Y lo necesita ya.
El único que quedó, con la condición legítima de referente (por experiencia, carisma, trayectoria, identificación con el club, jerarquía) es Tevez. Y ése es, en sí mismo, un problema. Hoy, el referente de Boca es un tipo ido, desganado, que perdió la alegría y la chispa, que se fue de retiro espiritual en medio del incendio post Libertadores, que buscó en el verde césped del golf las respuestas a lo que le pasaba en el verde césped del fútbol. Un tipo que no transmite. O peor: que transmite toda esa negatividad, todo su fastidio, su falta de energía para evitar la adversidad o, llegado el caso, para sobreponerse a ella con el espíritu que se les reclama a los líderes.
Boca, esta versión opaca de Boca que se vio en el debut, está hecha a imagen y semejanza de su capitán. El técnico postergó alguna de sus convicciones primarias (le dio los días de licencia para que reflexionara, recontrató a Tobio en su carácter de compañero de pieza, armó un 4-2-3-1 en lugar de su 4-3-3) apuntando pura y exclusivamente a su felicidad. Pero Tevez sigue tan vacío como en los últimos meses. Y como una lógica consecuencia, Boca está así de pálido. Un fantasma que encima observa desde las sombras cómo River, en el mundo real, se alza con lo que hace un tiempo era suyo.
Cuando decía, hace 13 años, que “estos jugadores te llevan al cementerio”, Carlos Bianchi se refería a versiones como ésta de Tevez. No es 9. No es 10 aunque quiera serlo (le falta panorama de conductor, velocidad mental para resolver, ojos de estratega para elegir el camino). A contramano de esas dudas, Tevez construyó -incluso con Bianchi- una carrera brillante. Hoy, sigue golpeado por perder una Copa que soñaba suya. Pero Boca no puede detener el tiempo. Lo necesita entero. Y lo necesita ya.
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