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BOCA JUNIORS

El mundo del fútbol despidió con dolor a Pedro Pompilio
EL PRESIDENTE FALLECIDO EL JUEVES FUE ENTERRADO AYER EN UN CEMENTERIO DE FLORENCIO VARELA ANTE UNAS 500 PERSONAS
Además del plantel de Boca estuvieron presentes Bianchi, Grondona, Aguilar y Macri entre otros.
Muy lejos de la cancha y de la pelota. Como si no le faltara apenas un puñado de horas para un clásico que tal vez sea definitorio para sus sueños de campeón en el Apertura. Como si mañana no jugara con el puntero San Lorenzo. Con el corazón roto. Es Boca. Estaciona el micro Flecha Bus y bajan uno a uno tanto los jugadores como el cuerpo técnico. No arriban a la Bombonera ni a Casa Amarilla ni a ningún estadio. Dan sus primeros pasos en el cementerio El Campanario de Florencio Varela. La cabeza y el corazón de Boca no piensa ni late por el campeonato. Súper lógico. Es que en este momento la cabeza no entiende y el corazón no sonríe. Es el instante de la despedida a Pompilio, a Pedro, al presidente que el jueves voló al cielo sin dar casi ninguna señal.
Primero desciende Ischia. Caminan juntos Palermo y Chavez, amigos a pesar de pertenecer a distintas generaciones. Ahí van Riquelme e Ibarra. Se los ve a Palacio, a Battaglia, a Morel, a Cáceres. Pasan los pibes: García, Forlín, Viatri, Gaitán, Mouche... Casi todos vestidos de negro.
Hay otros tres micros, con dirigentes, empleados y jugadores juveniles. Boca y más Boca. Eso sí, Boca no está solo para despedir los restos de su presidente. El mundo del fútbol lo acompaña. Y se entiende. Al cabo, Pompilio no sólo era respetado por ser desde hace casi un año el máximo dirigente de uno de los dos clubes más poderosos del país. Con sus capacidades y con sus modos, se las había ingeniado para hacerse fuerte e importante más allá de Boca. Por algo era vicepresidente segundo de la AFA e integraba la Subcomisión de Estadios y Seguridad de la FIFA.
Despacio, empiezan a llegar figuras súper pesadas del mundo de la pelota. Uno de los primeros es el técnico más venerado en Boca, el mismo que en una carta que publicó en internet valoró la calma de Pompilio y pidió que se le ponga su nombre al complejo de Casa Amarilla. A Carlos Bianchi lo acompañan su esposa Margarita y Julio Santella. Margarita se cruza con Riquelme. Hay saludo afectuoso. Hay una charla larga.
Hay también River, mucho River, para solidarizarse con Boca. El presidente José María Aguilar no podía faltar. Y no faltó. Ahí está, junto a su ladero Mario Israel. Uno de los vice de Boca, José Beraldi, les agradece. Bianchi anda cerca, ve a Aguilar, va y le estrecha la mano.
Casi en ese momento, a unos 50 metros, baja de su auto Julio Grondona. 'Se saludará con Bianchi, con el técnico que esperaba su llamado para dirigir a la Selección? Es un dato menor, apenas de color. El cruce no se produce porque Bianchi se aparta unos metros y marcha hacia el sitio donde está su Margarita.
Ahí donde estaba el Virrey, ahora está Grondona. Allá Bianchi se encuentra con los jgadores de Boca. Y entonces se dibuja una serie de escenas. Al DT se acercan varios de sus ex dirigidos. Primero, Calvo. Luego, Riquelme. Al ratito, Palermo, Battaglia e Ibarra. Las palabras van y vienen. Sin sonrisas, claro. Es una ocasión para recordar y compartir con total respeto.
Hay abrazos por cada rincón. Hay figuras y más figuras: Carlos Bilardo, Mauricio Macri, Antonio Rattín, Miguel Brindisi, Rafael Savino, Jorge Ribolzi, Carlos Tapia, Eduardo Deluca...
De repente, silencio. Llega el cortejo. Emocionan las lágrimas de Leandro, el hijo de Pompilio. No lo pueden consolar. La capilla queda chica: más de la mitad de las 500 personas mira, escucha y reza desde afuera. Antes de que Grondona lea llorando una carta de adiós al amigo, el sacerdote recuerda una charla que mantuvo en una ocasión similar con Pompilio, cuando éste era quien despedía a un amigo y le preguntaba: 'Por qué existe la muerte?'. Por qué?
Hay otros tres micros, con dirigentes, empleados y jugadores juveniles. Boca y más Boca. Eso sí, Boca no está solo para despedir los restos de su presidente. El mundo del fútbol lo acompaña. Y se entiende. Al cabo, Pompilio no sólo era respetado por ser desde hace casi un año el máximo dirigente de uno de los dos clubes más poderosos del país. Con sus capacidades y con sus modos, se las había ingeniado para hacerse fuerte e importante más allá de Boca. Por algo era vicepresidente segundo de la AFA e integraba la Subcomisión de Estadios y Seguridad de la FIFA.
Despacio, empiezan a llegar figuras súper pesadas del mundo de la pelota. Uno de los primeros es el técnico más venerado en Boca, el mismo que en una carta que publicó en internet valoró la calma de Pompilio y pidió que se le ponga su nombre al complejo de Casa Amarilla. A Carlos Bianchi lo acompañan su esposa Margarita y Julio Santella. Margarita se cruza con Riquelme. Hay saludo afectuoso. Hay una charla larga.
Hay también River, mucho River, para solidarizarse con Boca. El presidente José María Aguilar no podía faltar. Y no faltó. Ahí está, junto a su ladero Mario Israel. Uno de los vice de Boca, José Beraldi, les agradece. Bianchi anda cerca, ve a Aguilar, va y le estrecha la mano.
Casi en ese momento, a unos 50 metros, baja de su auto Julio Grondona. 'Se saludará con Bianchi, con el técnico que esperaba su llamado para dirigir a la Selección? Es un dato menor, apenas de color. El cruce no se produce porque Bianchi se aparta unos metros y marcha hacia el sitio donde está su Margarita.
Ahí donde estaba el Virrey, ahora está Grondona. Allá Bianchi se encuentra con los jgadores de Boca. Y entonces se dibuja una serie de escenas. Al DT se acercan varios de sus ex dirigidos. Primero, Calvo. Luego, Riquelme. Al ratito, Palermo, Battaglia e Ibarra. Las palabras van y vienen. Sin sonrisas, claro. Es una ocasión para recordar y compartir con total respeto.
Hay abrazos por cada rincón. Hay figuras y más figuras: Carlos Bilardo, Mauricio Macri, Antonio Rattín, Miguel Brindisi, Rafael Savino, Jorge Ribolzi, Carlos Tapia, Eduardo Deluca...
De repente, silencio. Llega el cortejo. Emocionan las lágrimas de Leandro, el hijo de Pompilio. No lo pueden consolar. La capilla queda chica: más de la mitad de las 500 personas mira, escucha y reza desde afuera. Antes de que Grondona lea llorando una carta de adiós al amigo, el sacerdote recuerda una charla que mantuvo en una ocasión similar con Pompilio, cuando éste era quien despedía a un amigo y le preguntaba: 'Por qué existe la muerte?'. Por qué?
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