

Boca tuvo su noche de fiesta en la casa de Cruzeiro
RECHAZO. EL PIBE MONZON DESPEJA DE ARRIBA, ANTE JONATHAN Y GUILHERME, UNO DE LOS TANTOS CENTROS BRASILEÑOS. LO ASISTE MOREL. BOCA SIGUE EN LA COPA.
Un cuento bien de Boca. Una historia con el final más dulce que se pudiera imaginar. En una cancha gigante, casi inexpugnable, donde su rival sólo había perdido un partido ante equipos argentinos. Aquí, en tierra mineira, Boca arrodilló al Cruzeiro que en esta Libertadores había ganado todo en su casa y siempre convirtiendo tres goles, más allá de que no es uno de los brasileños más temibles. Lo hizo con el cerebro ofensivo, Riquelme, sin hallarse en su plenitud. Con un referente defensivo, Morel, jugando a pesar del esguince en su rodilla. Lo hizo con el orden de todos y, en especial, con los delanteros a pleno, recuperando la explosión que les había faltado en la ida y ante River. Grandioso, Boca.
La historia terminó siendo sencilla, pero había arribado hasta aquí con demasiadas incógnitas.
¿Hasta dónde sufriría la chance que dejó pasar en Buenos Aires para cerrar la serie? ¿Hasta que punto padecería la adaptación a un campo que parece inmenso y con un césped más alto que el habitual, que tapa botines y gasta piernas más rápido? ¿Cuánto influiría la localía que Cruzeiro suele hacer valer, encima apoyado por 70 mil torcedores? ¿Cuánto resistiría el físico de Riquelme, encargado de tener la pelota para enfriar la búsqueda brasileña?
Despacito, las fue contestando una a una con eficacia total. Primero, con orden, controló a Cruzeiro, que no encontraba luz ofensiva. Así fueron corriendo los minutos, con el despliegue de Vargas y Battaglia, con una defensa mucho más segura que lo habitual y el atento Caranta.
Pero a hasta la primera media hora, al margen de algún susto, Cruzeiro casi no inquietó. Entonces, Boca empezó a animarse, a tratar de imponer la velocidad de Palacio y a llegar. Primero se proyectó Monzón, cuyo remate se fue muy alto. Y un rato después, tras un córner para los brasileños, Caranta salió lejos, rechazó la pelota y metió un pase largo para Palacio; el delantero metió una pared con Riquelme y corrió hasta el área como un Fórmula 1. Sin embargo, mano a mano con Fabio, definió mal.
Esa oportunidad que parecía única, no sacudió a Boca ni le bajó la autoestima a Palacio. Se comprobó tres minutos más tarde. Morel rechazó con la intención de dar un pase, Riquelme, en el campo de Boca, jugó para Dátolo, el volante habilitó a Palacio y esta vez el bahiense no falló: con un derechazo al ángulo, demostró que es un distinto.
Entonces, se empezó a silenciar el Mineirao y a escucharse el tamboril de los de Boca, apoyados por los hinchas del Mineiro. Ni siquiera les hizo cosquillas un derechazo cruzado de Moreno. Porque cuando el primer tiempo terminaba, Boca se encontró de la mejor manera, con una victoria tan holgada como impensada en la previa. Riquelme, otra vez, asistió a Dátolo y su centro hizo escala en la cabeza de Palermo antes de chocar con la red de Fabio. Parecía un partido liquidado, con Boca jugando en el campo de Cruzeiro, más cerca del tercero que su rival del descuento. Incluso, los brasileños se fueron al descanso en insultos.
En el complemento, Cruzeiro salió desesperado. Descontó rápido con un gol de Wagner y casi consigue el empate, pero un cabezazo de Moreno pegó en el palo. Y en el final se lo perdió Marcinho. Aunque también es cierto que Boca pudo haberlo liquidado con Riquelme o Palermo. Igual, acabó gozando este cuento. Al estilo de Boca, el mejor libretista copero, sin dudas.