Un año Russo

Una mirada de medio vaso lleno podría contemplar que Miguel ganó dos títulos de tres, que en ambos peleó con River directa o indirectamente y salió airoso, que logró el mejor nivel de Tevez en los últimos años sin necesidad de declaraciones altisonantes, que para aquellos primeros partidos que terminaron por darle la Superliga puso en cancha un equipo ambicioso que se parecìa mucho más a los históricos de Boca, que recuperó a muchos jugadores -en especial a los colombianos- y que le dio al club tranquilidad, una palabra que no parece haber nacido para compartir frase con Boca. Desde una mirada estrictamente periodística puede decirse también que la cantidad de títulos que nos dieron sus conferencias de prensa es inversamente proporcional a los que consiguió el club futbolísticamente, que es lo que en realidad le importa al hincha.

La otra mirada posible, más cínica e irracional, podría apuntar que Russo fracasó porque no consiguió aquello para lo que fue contratado: ganar la Libertadores. No sólo no la ganó, sino que el equipo se fue dando una imagen penosa y sin tirar una piña -o malinterpretando lo que significa tirar una piña-. Pero hay que adentrarse un poco en esta irracionalidad que se ha convertido en normalidad aceptada y hasta reivindicada porque "Esto es Boca". No hay otro club en el mundo que se autoflagele con semejante exigencia. Posiblemente, hasta los hinchas del Real Madrid sean capaces de comprender que hay años en los que el plantel no está para ganar la Champions. Y de repente sale Zidane, el señor Champions, a revalorizar la liga local ("es la ostia") que, para los de Boca, a esta altura, es poco más que un premio consuelo, un festejo de cabotaje.

Desde hace muchos años Boca se exige lograr lo máximo, tenga o no el material y las condiciones para hacerlo. El hombre que instauró sin proponérselo esa manera de vivir, hace 21 años, es Carlos Bianchi. Y Russo fue la víctima más emblemática, único técnico del planeta condenado por perder una final contra el Milan. Esos parámetros rigen los destinos de Boca.

De la mano de Russo, Boca fue el único campeón de esta temporada nefasta que no será recordada por el fútbol. Ganó una Superliga y una Copa Maradona cuya relevancia fue puesta en tela de juicio. Hay que recordar que alguna vez perdió contra Tigre un trofeo similar -era casi la misma... copa con otro nombre- y fue escándalo. Hoy, algunos hasta dudan de la legitimidad de la celebración. Este es el Mundo Boca, donde no es fácil manejarse y que de algún modo parece hecho a la medida de la cintura de Russo, de sus dientes apretados para aguantar los palos y de sus palabras etéreas que se pierden en el viento sin significado -y sin polémica.

Acaso lo más cuestionable del año Russo haya sido el manejo del grupo, su sumisión extrema a un Consejo de Fútbol que le desarmó el equipo (Pol Fernández) y generó problemas donde no los había (Buffarini). Un tipo de códigos como Miguel, en otras circunstancias, no lo habría permitido. Tal vez sienta demasiado agradecimiento hacia Riquelme, a este homenaje que le hizo Román de darle una segunda oportunidad cuando ya su carrera había entrado definitivamente en el invierno.