Cuando Bianchi ganó la Libertadores ya sabía cómo jugarle al Real Madrid | JuanRomanRiquelme.com
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Cuando Bianchi ganó la Libertadores ya sabía cómo jugarle al Real Madrid

Cuando Bianchi ganó la Libertadores ya sabía cómo jugarle al Real Madrid
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¿Cuánto sabes de Riquelme?

Daniel Fagiani, el hombre que hizo llorar al Virrey antes de la Intercontinental.

Llegó a Boca como refuerzo en el semestre previo a la Copa en Japón en el año 2000. Ese tiempo en el club marcó su vida y carrera profesional.

Oyó que alguien golpeaba la puerta de la habitación que compartía con Aníbal Matellán en el Hotel Keio Plaza donde Boca se concentraba en Tokio previo a la final de la Copa Intercontinental del 2000. En el pasillo estaba Carlos Bianchi, quien pidió permiso para ingresar e invitó a Matellán a dar una vuelta por el lobby por algunos minutos. Su intención era tener un mano a mano con Daniel Fagiani, presunto titular al día siguiente ante Real Madrid. La conversación nocturna que superó la media hora despertó lágrimas en ambos interlocutores y marcó la vida y carrera del ex lateral zurdo para siempre.

Pero antes de adentrarse en el capítulo más importante de su trayectoria vale la pena conocer al personaje: repasar sus inicios y profundizar en los episodios en los que el fútbol lo volvió protagonista. De dónde vino y adónde fue, sin perder de vista el punto de inflexión, cúlmine, que significó la conquista intercontinental ante el Madrid.


El club Sportivo Matienzo de Pujato (localidad santafesina situada a 40 kilómetros de Rosario) fue cuna futbolística suya y de muchos otros jugadores que llegaron a Primera surgidos en las zonas aledañas. Con el tiempo el Indio (apodo que heredó de su padre, bautizado así por jugar descalzo en los picados que se armaban en el pueblo) capturó y llevó allí a joyas como Javier Mascherano, Kily González, Lionel Scaloni, Gonzalo Belloso y Diego Bustos, aquel zurdo que tiraba rabonas en Ferro. Eran tiempos en los que se permitía la doble afiliación en instituciones que no competían entre sí, por lo que todos tenían actividad en la llamada “liga del campo”.

A los 7 años fueron dos jugadores del plantel profesional de Newell’s los que le recomendaron a su papá, que compartía un asado con ellos al lado de una canchita de Pujato, que lo llevara a probarse a las infantiles leprosas. Daniel Killer y Enzo Bulleri quedaron asombrados con la fuerza de su zurda para darle a la pelota. “Mi viejo repartía carne y llegaba a Rosario. Entonces me dejaba en el entrenamiento, repartía y me levantaba para volver al pueblo todas las tardes. En el colegio me daban permiso para salir un rato antes”, recordó. El dinero en la casa de los Fagiani no sobraba. Por eso para darse el gusto de degustar la mercadería que repartía el padre de Daniel antes había que vender.

DE SPARRING DE BIELSA A SU TURBIA VENTA GESTIONADA POR EDUARDO LÓPEZ

Hasta que Newell’s compró el predio de Malvinas Argentinas en el que años después haría sus primeras armas un tal Lionel Messi, las infantiles de la institución se entrenaban en una cancha de 7 situada al lado del estadio del Parque Independencia. Fagiani pasó por todas las categorías juveniles rojinegras y hasta juntó piedras y vidrios para limpiar los terrenos de Malvinas, antes de dar el salto al predio de Bella Vista con las divisiones mayores.

“A los 15 años ya entrenaba con la Primera. Agarré toda la etapa de Bielsa, que hacía concentrar a los jugadores en Funes. Yo no quedaba concentrado pero era uno de los 3 ó 4 sparrings que usaba. Bielsa ni debe acordarse, pero él me llevaba”, le cuenta a Infobae quien fue uno de los precursores en la metodología implementada por el consagrado entrenador que consistía en promover juveniles en los planteles profesionales para complementar las tareas.

Los entrenamientos con el Loco le resultaban durísimos por la intensidad física y porque las conexiones de las rutas le demandaban muchas horas desde que salía de su casa, practicaba en dos turnos y retornaba: “Fue una etapa muy linda y un privilegio entrenar al lado de esos monstruos. Con la ilusión de algún día ser uno de ellos porque Newell’s se fijaba mucho en las inferiores. Pero desgastaba”.



Se dio el lujo de entrenarse con Diego Armando Maradona en su corto paso por el club en 1993: “El día de su presentación no estuve porque el Indio Solari había traído un montón de jugadores de su confianza y nos limpiaron a los de inferiores. Fijate que cuando tiran para arriba a Diego hay como 50 jugadores. Después fueron depurando y tuve la bendición de practicar asiduamente con él. Fue algo único”.

Fue Jorge Griffa el que lo subió a Primera y en el 93 firmó planilla por primera vez en un clásico contra Rosario Central por la Copa Centenario (Newell’s ganó con gol de Diego Castaño Suárez) en el que ambos pusieron mayoría de juveniles. Pero recién en el 95 tuvo su bautismo oficial, justo cuando creía que quedaría libre: “Tenía 21 años, estaba en Reserva y se me escapaban las posibilidades. (Eduardo) López empezó a hacer negociados con representantes, entre los que estaba el actual presidente de Newell’s, Eduardo Bermúdez. Uno de los que llegó fue Alfredo Aira, que jugaba en mi posición y en una semana me ganó el lugar. Todo mi trayecto en las inferiores quedó atrás de un momento a otro”.

Frustrado por la situación, su padre contactó a su amigo Alberto Fanesi, quien lo iba a probar en Vélez. Fagiani le pidió el pase a su entrenador de Reserva, Tobías Donsanti, que accedió. Se entrenó de forma particular para rendir al máximo en la prueba en el Fortín, pero inesperadamente lo convocaron para ser titular en la Primera. Gustavo Siviero había sido suspendido contra River y lo mismo había pasado con Aira en la Reserva. Donsanti, que había reemplazado al Profe Jorge Castelli en la conducción técnica, pasó de dejarlo libre a incluirlo en el once inicial en el partido ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy del Clausura 95.

Al tiempo vendieron a Pablo Paz, Siviero pasó a la zaga y Fagiani se afirmó como lateral izquierdo, donde llegó a ser referente. Con esto adquirió reconocimiento, se incrementó su sueldo y empezó a proyectar la idea de una carrera en el exterior. Y a la vez se fue habituando a los entredichos con López, hombre complicado para las negociaciones.



“¿Si era jodido negociar con López? Sí. Siempre mantuvimos una relación de respeto, aunque lo he insultado mano a mano en la oficina del Bingo que él tenía en Rosario. Por jugar en Newell’s yo hacía cualquier cosa. De chico, si cobraba, cobraba; y si no, no. Lo monetario era importante, no voy a vender humo, pero en su momento le dije a López que no quería cobrar mucho aunque lo que arreglara, lo quería cobrar. Me quedó muchísimo dinero en el club pero jamás presenté un pagaré ni le hice juicio”, fue su confesión.

Los pagos, los cobros, los premios. Todo era materia de discusión con el mandatario que se perpetuaría en el poder en Newell’s hasta 2008. “Yo me preguntaba por qué traía tantos jugadores en una posición cuando podían darles posibilidades a los chicos. Pero las políticas había que respetarlas, si no, te tenías que ir”, mencionó el Indio, que se animó a hacer un rápido balance sobre la gestión del polémico directivo: “Entre lo bueno, al club le dio un estadio nuevo, más sentido de pertenencia, un campeonato y muchos clásicos ganados; lo malo es que lo mató socialmente, desplazó al socio del club y le dio identidad a la barra. Eso fue nefasto”.

Corría el año 99 cuando Fagiani fue transferido al Valencia de España. En ese entonces ya era referente y capitán del plantel leproso. La venta le redituaría en todo sentido aunque no tuvo participación alguna en una negociación con turbios ribetes: “Un día López me llamó a casa para que fuera a hablar con él al Bingo. Cuando llegué me dijo ‘firmá acá, acá y acá’. No había marcha atrás, la decisión de venderme estaba tomada, no quería que siguiera en el plantel. La venta fue extraña porque Newell’s estaba inhibido, entonces me dejaban libre y me sacaban a través de un club de la segunda de Uruguay. Así me vendieron a España”.

REAL MADRID, DE VERDUGO A LA GUILLOTINA, Y CÚPER, SU NÉMESIS

Fagiani conoció literalmente un mundo nuevo con su partida a España. El hecho de haber viajado en soledad no le ayudó en su aventura, pero las facilidades del idioma, la cultura y sus compatriotas Mauricio Pellegrino, el Kily González y el Piojo López en el plantel Che atenuaron sus problemas de adaptación. Con el único coterráneo que mantuvo una relación distante fue nada menos que el entrenador, Héctor Cúper.

“Tuvimos diferencias enormes y una discusión que casi termina mal. Esa reunión la tuvo que cortar porque digamos que se le venía la noche, ja. Teníamos distintos puntos de vista de la vida y el fútbol. Está a la vista cómo le fue en todos los equipos cuando tuvo situaciones importantes, en dónde terminó o dónde está. Para él los objetivos futbolísticos no pasan por la pelota, pero está bien, también es loable”, plantó la bomba.

El Valencia fichó a Fagiani con la idea de foguearlo para que sustituyera con el tiempo al italiano Amedeo Carboni quien, según él, a los 38 años tuvo su mejor año en el club justo cuando coincidieron. Sin demasiadas chances, la puerta en la formación titular se abrió antes de la final de la Champions League contra el Real Madrid en el 2000. Pero la discusión que había tenido con el entrenador un par de meses antes esfumó esa chance.



“Carboni estaba suspendido para la final y el jugador natural para reemplazarlo era yo. Al menos era zurdo. Cúper puso al suplente del lateral derecho que era Gerardo al que, pobrecito, lo liquidó. Después del partido dijo algunas cosas de él como excusándose que tampoco debería haberlas dicho”, recordó. Al poco tiempo, Fagiani tendría la chance de trazar un paralelismo entre Cúper y Carlos Bianchi. El Virrey, con menos armas, pudo exprimir a su Boca para coronarse en Japón. Para el Indio, que no se guardó ni un dardo para referirse a su ex DT en el Valencia, las diferencias fueron abismales.

Hubo unas últimas balas dialécticas para su ex técnico: “Yo no sé si era imposible ese Real Madrid porque Boca le ganó la Intercontinental. Hay entrenadores que cuando juegan finales realmente juegan finales y hay algunos que se van a defender y ver qué pasa. Con esos dos puntos de vista, en uno vas a empatar o ganar y en otro vas a empatar o perder. Viéndolo a la distancia, sí, hubo error en el planteo táctico de Cúper contra el Real Madrid. Cuando un entrenador prioriza cosas personales sobre lo grupal va a equivocarse siempre”.

Pese a no haber despegado en lo deportivo, guarda un magnífico recuerdo de su paso por la entidad valenciana con la que se bordó la estrella de la Supercopa Española del 99 en el Camp Nou a dos semanas de haber arribado a España y la inolvidable experiencia de la final de la Champions en París: “El fútbol me regaló cosas que, por cómo jugaba, no merecía”.

“BIANCHI NOS PREPARÓ DE A POQUITO PARA JUGAR LA FINAL CONTRA EL REAL MADRID”

Le restaban cuatro años de contrato en Valencia pero debía buscar otro horizonte por su quebrada relación con el DT. Comiendo un día en la casa de Claudio López fue el delantero el que le recomendó ir a Boca, que estaba por vender a Rodolfo Arruabarrena: “Sí claro, boludo, golpeo la puerta de la Bombonera y digo ‘che se va el Vasco, ¿puedo jugar acá?’. Se me perdió el hilo de lo que pasó, pero después de esa charla con el Piojo apareció el interés de Boca. Y ahí no dudé ni 20 segundos”.

Que Fagiani reemplazó a Arruabarrena en el segundo semestre del año 2000 es historia conocida pero que se empezó a entrenar en el club cuando Boca estaba en plena disputa de las semifinales de la Libertadores contra América de México, quizá no. Tras una reunión con Bianchi en Casa Amarilla se encaminó su préstamo al Xeneize.



Bianchi le expuso cómo sería su planteo táctico sin Samuel y Arruabarrena, próximos a ser vendidos, y le preguntó si estaba dispuesto cumplir con todos sus pedidos en la cancha. Ante su respuesta afirmativa el Virrey lo invitó a entrenarse en La Boca, primero de forma particular y luego acoplado al grupo. “Estoy absolutamente conforme con mi actuación en Boca porque hice lo que me pidió el entrenador. Me dio 3 ó 4 pautas y las cumplí. Sé que nunca terminé de entrarle al hincha por varios factores, pero no me puedo parar en la Bombonera a explicarles lo que me dijo que hiciera. Que la gente haga y diga lo que quiera, no me interesa. Me quedo con el cariño de mis compañeros y me alcanza y sobra el hecho de haber participado y quedado en la historia de la institución”, resumió.

Con el paso de los encuentros se ganó la titularidad dentro de la formación que conquistaría el Apertura 2000. No tuvo actuaciones consagratorias ni puntos demasiados altos. Se afianzó por regularidad. La vara estaba alta: Arruabarrena se había despedido siendo autor de los dos tantos de Boca en la final de la Libertadores contra Palmeiras y las críticas contra Fagiani se incrementaron por parte del periodismo y los fanáticos: “Al Vasco lo conozco y es una persona extraordinaria, pero no nos parecemos en nada en cuanto a características de juego. Él tiene cabezazo, anticipo en ataque y pasada; yo tengo más pegada de larga distancia, marco un poco mejor y me cuesta mucho pasar al ataque. No digo que uno sea mejor o peor, pero creo que por eso no le entré al hincha”.

Tan previsor fue Bianchi como entrenador que Fagiani aseguró que “cuando le ganó la Libertadores al Palmeiras ya sabía como le iba a jugar al Real Madrid”. Para él cumplió con su plan al pie de la letra, apenas modificando alguna pieza sobre la marcha. A lo largo del semestre apuntaló a sus futbolistas, corrigió detalles y vislumbró posibles escenarios en Japón. El Virrey es sin lugar a dudas el entrenador que más lo marcó en su trayectoria profesional por muchas cuestiones.

“Lo más difícil en el fútbol es explicar lo simple y Carlos tiene eso, es muy simple y puntual”, aseveró. Internamente aquel plantel dorado sabía que en el once había algunos inamovibles que tendrían asegurada su plaza pese a cualquier rendimiento: Óscar Córdoba, el Patrón Bermúdez, Chicho Serna, Juan Román Riquelme y Martín Palermo. La columna vertebral. No obstante el DT daba pistas con las que dejaba entrever quiénes acompañarían a esos elegidos. Fagiani viajó a Tokio sabiéndose titular, más allá de las críticas.



El ex lateral izquierdo remarcó que nunca se vio afectado por las críticas de afuera. Se subió al avión con su nombre en una de las fichas del pizarrón de Bianchi y así se mantuvo en la primera semana de entrenamientos en suelo asiático. A dos días del gran compromiso sintió una molestia muscular en la zona alta de su cuádriceps zurdo. La sensación le impedía realizar algunos movimientos, inclusive llenarse el empeine con el balón, uno de sus puntos fuertes. Con sentido de responsabilidad, decidió comunicárselo al DT, quien lo envió a trabajar con el kinesiólogo Rubén Araguas. Al día siguiente practicó penales y apenas pudo ejecutar abriendo el pie, con el borde interno. Bianchi se percató de ese detalle y le señaló otra vez la enfermería.

“Se dio cuenta de que no estaba al 100% y decidió cambiarme. No me arrepiento de haberle dicho de mi molestia. Él después dijo que yo había empezado a jugar la final antes de que comenzara el partido y creo que esa es una definición extraordinaria”, dijo Fagiani. Tiempo después, Bianchi calificó a la decisión de sacarlo del equipo como la peor de su vida.

Luego de la cena en el comedor del Hotel Keio Plaza de Tokio, Bianchi se acercó hasta la habitación que Fagiani compartía con Matellán. Se sentó en la cama de Aníbal (que les concedió privacidad) y le argumentó por qué iba a prescindir de él en la final. “Ambos terminamos mal”, declaró el DT. De esa conversación, el Indio rememoró: “Él tenía la decisión tomada y yo asentí. Lloramos. Él se emocionó en algunos momentos. Yo creo que por ver mi impotencia de querer y no poder. Fue una charla muy linda que pasó por todos los aspectos; de entrenador a jugador, padre a hijo y amigo a amigo. Me dijo que así y todo me iba a hacer sentir campeón. Y ese título fue una de las cosas que más festejé en mi vida”.

El mitín privado entre Fagiani y Bianchi fue posterior a uno grupal del que participaron el entrenador y el plantel completo a horas de saltar a la cancha en Japón. La afinidad que había entre los jugadores en la cancha no se replicaba en las concentraciones. Las extensas horas de convivencia a más de 18 mil kilómetros de distancia habían acentuado las diferencias entre los subgrupos. Y eso podía llegar a hacer mella en lo deportivo. La paciencia entre algunos sectores se había agotado y el DT intervino antes de que todo implosionara.

“En todos los equipos hay subgrupos y siempre los va a haber. Lo que pasa es que en Boca se magnifica todo 100 veces más. En Japón hubo un desencuentro que tal vez en Argentina se hubiera tapado, Carlos se enteró y direccionó un barco que se estaba torciendo. En 20 minutos dio una de las mejores charlas que escuché en mi vida y acomodó todas las estanterías. Nunca pidió amistad ni que nos abrazáramos todos. Cualquiera podía hacer lo que se le cantara los huevos pero, cuando se jugara, se priorizaba al equipo. Eso lo entendieron todos por completo”. Probablemente Boca ahí haya empezado a ganarle la final al Madrid.

SAN LORENZO, LA VUELTA A ESPAÑA Y SU MALA EXPERIENCIA CON RAMACCIOTTI: “SI LO INVITÁS A COMER, FIJATE QUE NO SE LLEVE LOS CUBIERTOS”

Después de tocar el cielo con las manos en Japón y reinar a nivel doméstico, Fagiani se fue de Boca. Le restaban seis meses de préstamo y se ilusionaba con la chance de jugar la Libertadores por primera vez. Sin embargo el Valencia llamó a las oficinas de la Bombonera para romper la cesión y buscarle sitio en Europa para revalorizarlo. “Les dije que me quería quedar en Boca porque se venían cosas importantes. Confiaba mucho en Carlos y hablé con él”, detalló el marcador de punta que venía perdiendo algo de terreno en la carrera por la titularidad con un juvenil que daba que hablar: Clemente Rodríguez.

Bianchi exhibió esta vez su habilidad como consejero y le clarificó el futuro: le aclaró que Boca no iba a hacer uso de la opción de compra y que venía preparando a Rodríguez, reciente inversión del club, para dar el salto. “Clemente volaba, pedía cancha desde hacía rato. Y después demostró que era un jugador extraordinario. Iba a ser difícil sostenerme y Carlos me dijo que la posibilidad del Atlético Madrid era linda”. El cuadro colchonero que se hallaba buscando el regreso a la primera división española pretendía sus servicios. Las palabras del Virrey fueron luz en la oscuridad y Fagiani, con dolor, se despidió para volver al Viejo Continente.



Aquel Atlético Madrid terminó igualado en el tercer puesto con el Tenerife pero se privó de ascender por diferencia de gol. Fagiani sumó minutos, grabó imágenes en su memoria con el estadio Vicente Calderón repleto con -según él- la hinchada más popular del país y antes de volver a Argentina para firmar en San Lorenzo registró una anécdota con el polémico presidente Jesús Gil y Gil: “De fútbol no sabía absolutamente nada, pero era uno de esos personajes que daban color. En la primera reunión que tuve me preguntó si yo había pedido un auto para trasladarme a los entrenamientos y me dijo que el club no los daba, así que sacó una pila de billetes y me los dio. ‘Ponga esto en una cajita y vaya sacando plata día a día para alquilarse el auto’, me dijo. El gordo te corría siempre con la plata, un personaje”.

A un año de haberse sumado a las filas de un plantel campeón como Boca, el destino nuevamente ubicó a Fagiani en el mismo lugar: el Ciclón de Manuel Pellegrini que venía de ganar el Clausura 2001 con récord de victorias consecutivas. La plantilla de Boedo se iba a desmantelar y el DT buscaba defensores. El conjunto del Ingeniero se bajó de la pelea a mitad del Apertura 01 pero avanzó a paso firme en la Mercosur, que finalmente terminó adjudicándose. El grupo que iba a sufrir un recambio se sostuvo y el Indio debió correr de atrás por las presencias de Claudio Morel Rodríguez y Aldo Paredes.

“Jugué la primera fase de la Copa porque Pellegrini ponía un equipo alternativo. Cuando volcó a los titulares en la Mercosur, el carro de pescado no jugó más, ja”, contó con una mueca de resignación. Sumó otra estrella internacional pero decidió poner fin a su estadía en San Lorenzo, sabiendo que Gimnasia y Esgrima La Plata lo pretendía. No se marchó sin antes preguntarle al entrenador para qué lo había contratado si, en definitiva, lo utilizaría poco y nada. El trasandino, con su habitual gesto adusto, le explicó: “Mire, Daniel, yo en San Lorenzo pedí a Jorge San Esteban y me dijeron que para traerlo también tenía que venir usted. Dije que sí porque lo íbamos a necesitar, ya que podían irse Morel o Paredes. Al final no vino San Esteban y tampoco vendimos a nadie”. En ese mercado las otras nuevas caras azulgranas fueron Diego Capria y Luis Medero. Algo desilusionado por la manipulación a la que se había sometido Pellegrini, le dio la mano y se fue. “Un técnico con personalidad hubiera dicho ‘no, a Fagiani para qué mierda lo quiero’. Son cosas que forman parte del circo del fútbol”, reflexionó hoy a casi dos décadas.



La expectativa se renovó con su arribo a La Plata pero duró poco y nada. Fagiani llegó sin ritmo a la pretemporada de enero de 2002 y le pidió algunas semanas al entrenador Carlos Ramacciotti para ponerse a punto. El DT desoyó su solicitud y lo mandó a la cancha enseguida en un amistoso clásico con Estudiantes en Mar del Plata. “Ramacciotti me pidió que hiciera algunas cosas en el vestuario que jamás en mi vida hice ni haría. Para ser sutil, me quería de nexo con los jugadores”, adelantó. Su negativa desembocó en una reunión con el presidente Héctor Domínguez y Ramacciotti, que había apuntado al futbolista por “tirar para atrás al grupo”. El entrenador se ausentó sin aviso.

En un descuido de Domínguez, que trataba ubicar por teléfono a Ramacciotti, Fagiani se percató de que intentarían dar de baja su contrato. Cuando divisó los papeles sobre el escritorio del directivo se los rompió en la cara: “Si quería, Gimnasia me tenía que pagar, pero no me importó. Le fue más fácil echar a un jugador que no debutó que a un entrenador que cuando dice ‘buenos días’, afuera llueve. Así es Ramacciotti, tan buena persona que me generó este inconveniente a un día de cerrarse el mercado de pases, con todos los planteles ya armados. Si invitás a comer a Ramacciotti, fijate que no se lleve los cubiertos”. A los pocos meses se enteró por un ex compañero que el entrenador había conseguido a su “confidente” dentro del plantel.



Pasó un semestre sin jugar y un amigo lo convenció de volver a España para hallar club. El presidente del Numancia lo encontró por casualidad en un restaurante y le preguntó si quería sumarse al equipo que luchaba por subir a la Primera. Fagiani accedió a cobrar lo que le ofrecieran durante el primer año y puso su número en el segundo, cuando renovó y lograron el ascenso. Una acalorada discusión con dos integrantes de la cúpula directiva por la repartija de los premios derivaron en su salida. Ahí lo buscó el Tenerife (segunda división), donde firmó por tres años, pero a mitad de camino sintió por primera vez la necesidad de dejar el fútbol.

“En un viaje a Argentina me di cuenta que ya no era lo mismo, no quería progresar. Le comenté al presidente que no iba a jugar más al segundo año porque extrañaba mucho el país. Nunca se me cruzó por la cabeza europeizarme. El fútbol me llevó a lugares que jamás, imaginé pero como Argentina no hay”, aseguró. En cada receso trató de volver a Newell’s, pero Eduardo López siempre le cerró las puertas por su política de no repatriar jugadores. Su última experiencia (semiprofesional) fue en Argentino de Rosario en 2007 cuando, por medio de un amigo, firmó como resonante refuerzo gozando de algunas licencias (entrenamientos y partidos de visitante). “Dejé definitivamente cuando le grité a un compañero de 20 años que no se movía, no corría. ‘¿Así querés jugar al fútbol vos?’, lo reté. Me respondió que no había comido nada en todo el día. El presidente no le daba cinco de bola al plantel, así que decidí irme”.



Los primeros meses se divirtió de noche, comió los asados pendientes y se acostó sin ajustar el despertador. El remanente de premios y sueldos europeos servían para maquillar el vacío que le había dejado el fútbol: “Los amigos del campeón pasan a ser amigos de otro campeón. Un día Alfredo Mendoza (ex jugador de Newell’s) me dijo ‘nunca te creas jugador porque ahí es cuando dejás de ser persona’”.

Tocó fondo anímico, lidió con una impensada etapa depresiva y se excedió con jornadas nocturnas hasta que conoció a su esposa y pudo encauzarse con una familia (dos hijos), casa y objetivos de vida. Actualmente maneja un predio de canchas de fútbol sintético en Rosario y es panelista en un programa televisivo de la ciudad, al que considera hobbie y no trabajo: “Tenía sueños de seguir ligado al fútbol, pero la vida te va marcando el camino y quizá los sueños quedan de lado porque la familia tiene necesidades. Hoy me aboco a mis hijos, que realmente lo necesitan. El fútbol ya me dio todo lo que me tenía que dar”.

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