Por qué el equipo de Scaloni puede hacer historia después de tres décadas | JuanRomanRiquelme.com
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Por qué el equipo de Scaloni puede hacer historia después de tres décadas

Por qué el equipo de Scaloni puede hacer historia después de tres décadas
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¿Cuánto sabes de Riquelme?

La comparación de dos rachas increíbles alrededor del 31, el número de partidos sin perder del equipo de Alfio Basile; de Batistuta a Lautaro Martínez, del vacío del Maradona suspendido al liderazgo de Messi.

Si los récords están para quebrarse, la Argentina siglo XXI amenaza uno que instaló… la Argentina en los años 90.

El récord de partidos invictos, la magnífica cifra de 31 juegos sin perder establecido por el equipo de Alfio Basile, puede abdicar bajo el imperio de la era Scaloni. El técnico menos pensado, el inexperto que permaneció en la AFA bajo observación pese al derrumbe en el Mundial de Rusia, se encargó de decapitar mitos, recelos y plusmarcas. Si en su haber figuran la renovación generacional, la coronación en la Copa América que le quitó las telarañas a las vitrinas de la AFA y la anticipada clasificación a Qatar con un galope sin igual por las eliminatorias, ahora se encuentra a 90 minutos de atrapar un registro que tomó ribetes casi mitológicos con el paso de tres décadas.

Para Scaloni, para esta selección, parece que no hubiera imposibles. Afortunadamente el técnico es el que menos se confía en esas aparentes fortalezas. Y hace bien. Pero también es verdad que los números están ahí, y en el umbral del récord está parada la Argentina. Ecuador, en Guayaquil, desde las 20.30, en el cierre del camino sudamericano a Qatar, se entromete como el último puesto de control. Detrás, un puente imaginario en el tiempo.

Entonces, las comparaciones, aunque incómodas, se imponen. El ciclo de Basile encadenó 18 victorias y 13 empates; el de Scaloni aterriza en Guayaquil con 20 éxitos y 10 empates. De febrero del ‘91 a agosto del ‘93 se extendió el primero, mientras que el actual nació en julio de 2019, con el partido por el tercer puesto ante Chile en la Copa América de Brasil. La racha de Basile sumó cinco títulos (Copas América Chile ‘91 y Ecuador ‘93, más Copa Kirin ‘92 y Confederaciones ‘92, y Artemio Franchi ‘93), y la de Scaloni uno, el Maracanazo que cortó los 28 años de embrujo. Una sequía que venía, precisamente, desde aquellos años del entrenador del vozarrón cavernoso.



¿Goleadores en ambas rachas? Gabriel Batistuta, con 16, y el tándem Messi/Lautaro Martínez, con 13. ¿En cuántos partidos no convirtió goles la Argentina de Scaloni? Solamente en tres. Y la de Basile, en cuatro. ¿Valla invicta? Scaloni suma 17 sobre 30, y Basile completó 15 de 31. ¿Goles recibidos? Antes 21 y ahora, 16. La selección de Scaloni jugó nueve veces en el país y con Basile fueron siete las actuaciones en casa. Son datos, datos y más datos que se atropellan.

Hasta que las voces le ponen vida al recuerdo. Leo Rodríguez, uno de los estandartes del ciclo de Basile, cuenta: “Esa selección, como la actual, han estado tantos partidos sin perder porque jugaba y juega muy bien al fútbol. Equipos con intenciones de jugar por abajo, con creatividad de mitad de cancha hacia adelante, con verticalidad, con una propuesta moderna para cada época. Está claro que cuando un equipo permanece tanto tiempo sin perder, la cuestión se vuelve monotemática hasta que esa racha se termina. Hay que convivir con eso. Me da mucho placer que esta selección esté transitando este camino”, subraya Leo Rodríguez para LA NACION, desde Madrid.

Pero más allá de un número que los vincula -el 31-, en realidad sobran puntos de disparidad. El invicto de Basile comenzó desde el minuto cero de su gestión, desde el debut: 19 de febrero de 1991, contra Hungría (2-0), en Rosario. Como cualquier estreno, salvo tres jugadores –Goycochea, Ruggeri y Alfaro Moreno– todos los demás fueron debutantes, entre ellos, Latorre, Gerardo Martino, Gamboa y el ‘Turco’ Mohamed. En cambio, el mandato de Scaloni ya arrastraba 14 cotejos antes de que comenzara la seguidilla, y de ellos, había perdido cuatro.

Solo cuatro de aquellos encuentros los atajó Luis Islas, los otros 27 pertenecieron a Goycochea, que durante el lapso triunfal agigantaría ese barniz patriótico que se había ganado en Italia ‘90. “Entrar en estas comparaciones es un placer, un orgullo. Estamos hablando de dos selecciones altamente competitivas, con una idea futbolística muy clara. Por supuesto que ganar, ganar y ganar es lo que uno más anhela, por eso nunca es un peso. La selección siempre debe tener en su mente ganar, ganar y ganar. También, desde ya, hay que estar preparado para la derrota que en algún momento llegará, porque al día siguiente hay que seguir trabajando con el mismo convencimiento. No fue fácil establecer aquel invicto, y ojalá esta selección logre muchas más victorias”, le cuenta Islas a LA NACION desde México.



Al escarbar entre ayer y hoy aparecen pronunciadas diferencias. La jerarquía de los rivales, o al menos la diversidad de estilos y propuestas futbolísticas establece un gran contraste. Scaloni, prácticamente, sólo se enfrentó a sudamericanos: 5 veces contra Chile, 4 con Uruguay, 3 con Brasil, Ecuador, Paraguay, Chile y Bolivia; 2 con Perú, Colombia y Venezuela… y apenas en una ocasión con México y otra ante Alemania, el único adversario europeo.

De la mano de Basile, la Argentina se enfrentó con Hungría, la ex URSS, Inglaterra, Gales, Polonia y Dinamarca; también con Japón, Australia, Costa de Marfil, Arabia Saudita, Estados Unidos y, con México, en tres oportunidades. Y naturalmente, con los sudamericanos: Brasil (5), Colombia (3), Chile, Perú y Paraguay (2), y Uruguay, Bolivia y Venezuela (1). Acá brota un déficit de roce internacional inocultable. Aquella selección giraba por el mundo.

Hay cierta confusión: ¿fueron 31 o 33 los partidos sin perder con Basile? 31. Hubo dos no oficiales: el 25 de septiembre de 1991 la selección le ganó 2 a 1 a un combinado de Resto de América, y el 29 de octubre del ‘91, otro, con victoria 3-0 sobre Resto del Mundo.

También hay matices en otros aspectos, por cierto más favorables a la actualidad. Aquella selección del ‘Coco’ Basile todavía no había conseguido el boleto al Mundial de Estados Unidos ‘94. Venía entregando síntomas de agotamiento futbolístico desde unos meses atrás, aunque había conquistado la Copa América en julio, precisamente en el Monumental Isidro Romero, donde jugará hoy. La derrota con Colombia por 2-1 en Barranquilla (lo expulsaron a Simeone y el tanto albiceleste lo marcó Medina Bello), el 15 de agosto de 1993, podía intuirse. Se acercaba la cornisa: tres semanas después llegaría el cachetazo inolvidable, el 5-0, otra vez de Colombia, en Núñez.



Entonces, cambió el mapa para Basile: el Repechaje con Australia y la vuelta de Maradona, una figura ausente desde la final del Mundial ‘90 perdida con Alemania, en Roma, sancionado por doping. Y aquí, otra distancia: mientras el ‘Diez’ nada tuvo que ver en aquel invicto, Messi lo recorrió prácticamente de punta a punta, tanto que la racha nació la tarde que al rosarino lo expulsaron por agredirse con el chileno Medel.

Esta etapa de Scaloni que golpea a las puertas de un registro único atraviesa un momento casi opuesto al de Basile cuando se interrumpió su récord: ahora juega con una atmósfera emocional inmejorable, con el ticket asegurado para Qatar y con una empatía popular sólo comparable con la primera época, casualmente, del ciclo Basile.

Diego Latorre, que participó de aquellos comienzos, se suma a la búsqueda de puntos de contactos que plantea LA NACION. ¿Presiones y riesgos del invicto? “No es un peso…, al contrario, la dinámica de la victoria es tan agradable, se siente tan bien en el cuerpo, que genera una corriente muy favorable en un plantel. Es como un efecto contagioso y entrás en la cancha con un estado de bienestar que es la base del fútbol: la confianza ilimitada en tus posibilidades como equipo. Esa sensación de que no vas a perder, de que al rival no le va a alcanzar. Esta selección hizo un click en la Copa América, ahí nació otro equipo, un equipo lleno de alegría. Y la alegría es un motor fundamental porque uno empieza a tener contacto con ese jugador que fue, con el amateur, con esas sensaciones que uno sentía cuando iba a jugar con los amigos. Sensaciones estimulantes que desafían todos los límites en el éxito, y que se vuelven el mejor refugio en la derrota”, analiza Diego. La Argentina de Scaloni otra vez se anima a empujar los límites.

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